Una cosa que sabe todo el mundo es que en cualquier cámara parlamentaria, los diputados acostumbran a tener más afinidad con la gente de su propio partido, pero también que la habitual relación de los electos con el resto de formaciones acaba forjando muy buenas relaciones e incluso grandes amistades y matrimonios entre personas ideológicamente antagónicas.
En el Parlamento de Cataluña tenemos como muestra la líder de Cs, Inés Arrimadas, que conoció el que ahora es su marido cuando este era diputado de Convergència. Pero en esta nueva legislatura, Junts per Catalunya (JxCat) es un grupo donde la mayoría son diputados que eran, hasta hace poco, completamente ajenos a las dinámicas parlamentarias, y parece que no ven muy bien esto de charlar animadamente con unionistas traidores o equidistantes.
Es curioso cómo, desde hace semanas, muchos diputados del PSC, de Cs, de los comunes y alguno del PP explican situaciones casi ridículas. Diputados de JxCat que, al entrar a alguna reunión con otros electos de partidos diferentes sólo saludan los de ERC o la CUP; diputados socialistas o de los comunes que charlan entre ellos mientras esperan que empiece alguna reunión y que ven como los de JxCat se aíslan; o incluso algunos que explican que los de Carles Puigdemont, cuando coinciden con ellos en solitario, los piden disculpas para no relacionarse demasiado: «No sé si los otros diputados lo entenderían», dicen.
