Escopeteado

Gobernar en minoría es complicado. Y a medida que se acercan las elecciones es inevitable pifiarla, sobre todo si para conseguir el apoyo de una oposición abiertamente hostil has de pasar por el aro aunque esto descoloque a tu parroquia. Además, el sacrificio no te garantiza nada porque siempre pueden desdecirse y si no que se lo pregunten al vengativo Jaume Collboni y su abstención al presupuesto que después resultó ser un no como una casa. La próxima cita de la escabechina política a la hAda Colau es el pleno de marzo cuando se votará la conexión de los tranvías por la Diagonal, un proyecto público de gestión privada con presencia de empresas vinculadas al sector negocios convergente y con Felip Puig a la cabeza.

Sin embargo, no quiero aburrir escribiendo ni del tranvía ni del acuerdo que el gobierno Colau ha firmado con el sinuoso Sixte Cambra y que se ha vendido como un gran éxito cuando en realidad es una tomadura de pelo. Con tantos frentes abiertos y maniobras desconcertantes, la sorprendente dimisión de Jordi William Carnes como director general de Turismo de Barcelona ha quedado en un segundo término a pesar de ser muy grave. El gentleman Carnes ha salido corriendo como alma que lleva el diablo: comunicó su renuncia por carta el pasado 1 de febrero sin explicar los motivos. Pocos días después de su adiós se filtraba un informe hecho en el consorcio turístico que él ha dirigido y que ha revelado gastos del 2016 sin justificar de su tarjeta de crédito de empresa. Feo tanto si eres culpable como si no.

Estos gastos descubiertos no se limitan a Carnes, sino que también estarían presuntamente involucrados otros miembros del consorcio, que sólo presentaban facturas de pago saltándose todos los procedimientos administrativos de control habituales. Además, se da el caso que la investigación es una pequeña cata porque se escogió el 2016 de forma aleatoria. No quiero ni imaginar qué descubrirá la auditoría interna general que se hará a Turismo de Barcelona y que se aprobó la semana pasada en la Comisión de Economía y Hacienda. La petición de fiscalizar los cuatro años de mandato de Carnes la presentó la CUP, que no para de denunciar la opacidad de este organismo y de exigir una gestión más transparente.

En el apartado de gastos de viajes se analizaron facturas que suman unos 110.000 euros y que suponen el 20% del total de esta partida. El informe, publicado por El Periódico, detectó irregularidades por un importe de 83.000 euros relacionadas con vuelos de avión, restaurantes y hoteles. Carnes, que es gato viejo, se apresuró a declararse indignado por las insinuaciones y aseguró que su decisión de dimitir hacía tiempo que estaba tomada por sus discrepancias con el gobierno Colau sobre cómo gestionar la promoción turística de Barcelona. El alegato lo hizo desde Moscú, donde se encontraba en misión oficial vendiendo la ciudad a los empresarios rusos.

Turismo de Barcelona trabaja al servicio del lobby que vive del sector y siempre que ha podido ha torpedeado las políticas de Colau para controlar la masificación turística. El hecho de que su consejo general esté formado por 12 representantes del Ayuntamiento, 13 de la Cámara de Comercio y 4 de la Fundación para la Promoción de Barcelona lo dice todo. Si el hábil Carnes se ha mantenido en el cargo hasta ahora es por el acuerdo de gobierno que BComú firmó con el PSC. Y es que el ex-director de Turismo de Barcelona ha sido consejero del gobierno Maragall y responsable de economía del gobierno Hereu. Como tal, fue el principal defensor de la privatización de la funeraria pública para «favorecer la competencia».

Su astucia para navegar entre dos aguas sin mojarse nunca ha llevado a Carnes a vivir de la cosa pública durante años. Sin embargo, su visión social-liberal le ha provocado más de un disgusto con el actual ejecutivo municipal. Una de sus grandes ideas, la de promocionar los hospitales de la ciudad como destino de lujo para el denominado turismo sanitario, ya hizo saltar chispas en can Colau. El otro punto crítico, el de revisar la estructura del consorcio turístico en un intento de reequilibrar el peso público no se ha llegado nunca a abordar por la dependencia que BComú tiene de la oposición. El recuerdo que yo guardo de él son los grandes ágapes que organizaba y las broncas que pegaba a los periodistas a la hora del café.

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