La CUP es, probablemente, la formación política que más apela constantemente a la protección de los derechos, a la libertad individual y colectiva del pueblo de Cataluña, el control de los poderes públicos y la dignidad profesional de los trabajadores. Pero cuando alguna de estas cosas afecta directamente sus intereses de partido, la cosa cambia. Y mucho.
La semana pasada, los periodistas llegaron a ver como su capacidad de actuación en las ruedas de prensa de la CUP se intentaba limitar de manera más que descarada. Y es que los anticapitalistas querían convocar a los periodistas para presentarles una iniciativa suya contra la represión. Pero sabían que la actualidad política, las dificultades entre los independentistas para cerrar la investidura y la trifulca partidista podían hacer que su propuesta quedara minimizada.
En lugar de potenciar su iniciativa, hacerla más atractiva, intentar explicar que la idea tiene fuerza suficiente para captar la atención, la CUP optó para presionar periodistas. En un mensaje de Telegram dirigido al grupo de periodistas que siguen la CUP, los anticapitalistas advirtieron antes de la convocatoria que «no se respondería nada sobre actualidad política». Ante las lógicas y múltiples protestas de la prensa, insistieron que su intención era limitar la convocatoria sólo a lo que a ellos les interesaba. Lo que dirían ellos si esto lo hicieran otros casi seguro que rozaría el insulto.
