Profesor de historia y consejero municipal del Eixample. Militante en movimientos sociales universitarios e interesado desde lejos en la política, comenzó a ejercerla en el ámbito municipalista barcelonés, uniéndose e la iniciativa ciudadana de Guanyem.
¿Cómo podríamos explicarnos, en síntesis, el paisaje político catalán, tras las elecciones del 21D?
El escenario ha quedado tan polarizado que la sociedad catalana no se identifica con el esquema izquierda-derecha y, por tanto, los partidos que tratan de hacerlo, acaban perdiendo siempre. Dentro de las formaciones independentistas, solamente la CUP dice participar de ese eje y no han ganado. Fue un accidente que en las elecciones anteriores sacara diez escaños, por voto prestado. Por otro lado, el Partido Socialista y las Comunes, que también se situaron en el marco social no han salido nada bien parados. Porque, en definitiva, la gente está en otra cosa. Hay un problema importante, muy grave, y los votantes buscan respuestas a él. Respuestas que no pasan por ser de izquierdas o de derechas, sino de las respuestas que se dan a ese problema. Y las respuestas, básicamente son dos: la separación y el independentismo, con la construcción de un nuevo país, o quedarse más o menos como se está y mejorarlo. Ámbito en el que podrían encuadrarse el PSC, el PP, Ciudadanos y también los Comunes.
En consecuencia ¿Resulta arriesgado deducir que los problemas sociales están fuera de foco en Cataluña?
No creo que las cuestiones de carácter social estén fuera de foco, pero si es verdad que disponen de poco terreno de maniobra. El asunto está en cómo se instrumentalizan cuestiones como la sanidad, la enseñanza, las pensiones…, en los discursos políticos. Los partidos independentistas se refieren a los problemas sociales diciendo que separándose de España y construyendo un país mejor habrá mejores servicios sociales, etc. Los partidos no independentistas dirán lo contrario: que esa independencia es justamente lo que está atentando e iría en detrimento de los servicios sociales. Es decir, sí se habla de problemas y servicios sociales, desde prismas diferentes. Por ejemplo, con la ley que intentaba regular la pobreza energética parecía que se intentaba solucionar un problema (aunque podría haber sido solo propaganda electoral) y estaba dentro del foco. Pero el argumento manejado por el independentismo es que España impide que se saque una ley. La cuestión está en que, si en la diana de la actualidad solo cuenta la independencia de Cataluña, sino o no, ante todo hay que dar una respuesta a esa cuestión. Y es lo que busca el ciudadano cuando va a votar.
Y así llegamos al 21 D, con un partido como Ciudadanos, que se convierte en la primera fuerza política de Cataluña…
La gente ha entendido perfectamente que si uno quería oponerse al Procés el voto útil era Ciudadanos. Las principales zonas donde se vota a fuerzas políticas como Ciudadanos acostumbran a estar perjudicadas por la Ley Electoral. Por tanto, si hay que sacar más votos para hacer frente a otras opciones que se benefician de la norma, que les permite que con menos votos puedan sacar más escaños, la única opción que había era votar a Ciudadanos en masa, que era el caballo ganador. Cosa que no significa que Ciudadanos vaya a arrasar siempre. Lo que pasa es que los votos son líquidos, y aquél que entiende que los votos le pertenecen en algún momento acaba pinchando. Los votos se mueven en base a quien da la mejor respuesta en cada momento a las preguntas de actualidad. Parece claro que las grandes preocupaciones de los ciudadanos en Cataluña no son los servicios sociales, ni el Rey o la República. Aquél que sabe dar mejor respuesta al momento es quien se lleva el gato al agua. Ciudadanos se ha presentado como la opción que podía dar un voto de castigo a los independentistas y una parte de la Cataluña así lo ha visto.
A la luz de los resultados de la izquierda, particularmente la de los Comunes, en las elecciones del 21 D, podría interpretarse que el voto, más que líquido, algunos lo entienden como algo estructural, de fidelidades…
El voto siempre es líquido. Lo que ocurre es que cuando las aguas están más estancadas, en momentos de mayor estabilidad y, sobre todo, de bonanza, siempre hay una parte de voto líquido que emigra entre los grandes partidos y es la que determina quién gobierna en cada elección. Pero en momento de inestabilidad como el actual en Cataluña, el voto es muy líquido. Hay una gran parte del electorado que puede desplazarse en cualquier momento de un partido, al contrario. Y esto ocurre porque una parte importante de la sociedad es fiel solo a lo que siente en ese momento. Por tanto, si hay un partido que da una buena respuesta a la preocupación dominante pueden votar a esa opción. Y si mañana es el contrario les da igual.
¿Es solo por el voto líquido el que puede explicar el pobre resultado de los Comunes?
Los Comunes han cometido un gran error al considerar que se podía tener un discurso plural, capaz de integrar a independentistas como no independentistas e intentar llegar a una transversalidad de voto. Pero, al final, suele ocurrir que quien intenta sumar mucho acaba restando y esto es lo que les ha pasado a los Comunes. La situación de hoy no es la misma que la de hace dos años y menos la de las municipales. El escenario se ha polarizado mucho más y el partido no ha sabido reaccionar y adaptarse a la realidad. Por tanto, los Comunes están obligados a tomar decisiones de calado y ver hacia donde orientarse.
¿Se puede deducir, por tanto, que el no-no de los Comunes a la DIU y al 155 no aclara cuál es su posición o, al menos, así lo han entendido muchos electores?
El escenario de ni una cosa y la otra es correcto. Se busca una solución pactada. El problema es que las partes que llevan la batuta en este pulso político no son los Comunes. Las partes enfrentadas querían la foto del DUI y del 155. Y el 1 de octubre fue la victoria de ambos lados. En este contexto, los Comunes han estado a la defensiva. Evidentemente, cuando no se tiene el poder no se puede marcar la agenda política. Han estado a remolque de lo que les han marcado sus rivales políticos. Y una vez materializados la DUI y el 155 no han sabido articular una respuesta propia.
Y esto incluso ha llegado a contaminar a Podemos, a escala del Estado…
Los ciudadanos de Cataluña como los del resto de España no están entendiendo que proponen los Comunes y Podemos, porque no tienen una posición clara y fácilmente entendible. Cosa a la que no parecen ser ajenas las particulares opiniones respecto a la cuestión territorial que anidan en ambas formaciones. Si los Comunes y Podemos forman parte de la misma confluencia, los unos influyen en los otros y viceversa.
¿No parece que, en la balanza de la transversalidad de los Comunes, se acaba inclinando el platillo del lado de los nacionalistas?
Los Comunes, claro, reflejan un sentir social. Pero, más allá, los partidos tienen que decir que quieren y la forma de lograrlo. Pero, como no se han dado a fondo los debates necesarios para ello, los Comunes carecen de una definición clara de hacia dónde ir. Intenta integrar dos partes en una posición conciliadora, que está bien, pero impide dar una respuesta clara al problema, que es un conflicto entre dos partes de la sociedad. Es difícil transmitir un mensaje conciliador cuando un día se hacen guiños al nacionalismo, al otro a España o a los indecisos, al federalismo o al confederalismo. Aceptar, por ejemplo, el 1O como una movilización, pero nunca como una votación legítima, y a la vez tener dirigentes en el acto final de campaña del «si», donde se les dice a la cara que Roma no paga traidores. Algo más grave aún ha sido la ruptura de la alianza con el PSC en el Ayuntamiento de Barcelona, aduciendo a al 155, y luego se hable de una alianza de izquierdas, tras las elecciones.
¿Más allá de cómo se denomine y cómo puede acabar siendo, no está llamado el federalismo a ser la clave de la arquitectura territorial en España?
El federalismo es, probablemente, la única solución viable a la solución de los problemas que se derivan de la actual organización territorial, no solo de España sino también de Europa. Un modelo federal podría solucionar muchos problemas en España y en Cataluña: la financiación, la autonomía de los territorios federados, el autogobierno…
¿Adolece la política catalana de una preocupante inmoralidad de fondo, en la medida que más que tratar de solucionar problemas no hace sino enconarlos?
La política está para tender puentes. Lo que pasa es que los partidos, atrapados por el electoralismo, actúan como grandes empresas que actúan en el libre mercado, en el que el producto somos los votantes. Por eso se explican escenarios de polarización como el actual. Se ha instalado en el imaginario colectivo catalán que España está abusando y en España que los catalanes abusan de la buena fe de españoles. Y en esas estamos.











