Feliz 2016

Todos pensamos que había sido una distracción más de Mariano Rajoy. Acababa de inaugurar un puente en Galicia y deseó un feliz año 2016 a los asistentes. Lo hizo el sábado 30 de diciembre de 2017. Es decir, estaba deseando un feliz año que ya había pasado. Pero quizás nos estaba recordando que en Cataluña y España los años se repiten sin que se note mucha diferencia entre unos y otros. O nos quería prevenir de un 2018 horrible apelando al buen recuerdo de un año que no fue nada del otro mundo pero que, en cualquier caso, mejorará al que tenemos por delante.

No hay ningún indicio que permita prever que 2018 será un buen año para los catalanes.Las elecciones del pasado 21 de diciembre han dejado sobre la mesa un panorama que no satisface del todo a nadie. Los partidos independentistas suman 70 de los 135 escaños del Parlament pero han tenido que tragarse que el partido más votado sea el abiertamente anti-independentista Ciudadanos y que obtuvieron menos votos que los que no son independentistas. Los contrarios a la secesión catalana temen que se continúe la dinámica de los últimos tiempos, en que la mayoría parlamentaria pírrica de los partidarios de la separación imponga su hoja de ruta (sea cual sea). Los que se ha bautizado como equidistantes se encuentran estrangulados entre unos y otros, con menos presencia parlamentaria y con el miedo de que los dos bandos se radicalicen y de que la apelación al diálogo que hacen unos y otros sea meramente retórica. Los de izquierdas nunca habían sumado tan pocos escaños en el Parlamento. Son, quizás, los que tienen menos motivos para encarar con esperanza el 2018.

La CUP tiene menos fuerza que en la legislatura anterior donde sus votos eran imprescindibles para sacar adelante el ‘proceso’. Ahora, con los 66 diputados que han sumado la lista de Carles Puigdemont y la de ERC, estos dos grupos tienen suficiente con la abstención de los ‘cuperos’ para superar los 65 del resto de diputadas y diputados. Es decir, que si la CUP exige que el próximo presidente de la Generalitat quite la bandera española de la plaza de Sant Jaume, puede que no se salga con la suya porque su capacidad de amenazar con hacer caer el Gobierno ya no es tan potente como antes.

Dicen que los buenos gobernantes son los que saben tomar decisiones en contra de la opinión mayoritaria de sus votantes y simpatizantes. Angela Merkel subió puntos en la estima de la gente progresista de todo el mundo cuando abrió los brazos a todos los refugiados que llegaban a su país. Los dirigentes de otros países europeos que los cerraron han ganado apoyo en las elecciones que se han ido celebrando. Merkel perdió muchos votos en las últimas elecciones generales en Alemania y aún no ha conseguido formar gobierno desde entonces.

La Cataluña de 2018 necesita que alguien se baje del burro y sea capaz de decir a los suyos cosas que no les gusten pero que permitan encontrar una salida sensata en el callejón sin salida en que estamos atrapados. Pocos creen que Rajoy o Puigdemont sepan o quieran hacerlo.

Y llevamos muchos años varados.

Quizá Rajoy se quedó corto cuando nos felicitó el 2016 y podría haber retrocedido cinco o seis años más todavía.

¡Feliz 2010! Perdón, ¡2018!

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