¿Qué ridículo ha hecho Mireia Boya?

mireia boya parlament
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La número 1 de lista de la CUP por la demarcación de Lleida, la aranesa Mireia Boya, ha perdido el escaño que tenía en las elecciones del pasado 21-D. Pero lo más decepcionante es el minúsculo resultado que ha obtenido en su tierra natal: sólo 174 votos, el 3,3% de los electores del Valle de Arán, la apoyaron en las urnas.

A pesar de que milita en la CUP, Mireia Boya es miembro de una importante familia pujolista del valle. Su madre, Pilar Busquets, fue la primera síndica (presidenta) del Conselh Generau, la institución de autogobierno del Arán, y su hermano, Jusèp Boya, fue designado –y cesado, en aplicación del artículo 155- director de la Agencia Catalana de Patrimonio Cultural.

Pero lo más remarcable de las elecciones del pasado 21-D en el Arán no son los misérrimos resultados obtenidos por Mireia Boya: es la apabullante victoria de los partidos constitucionalistas, encabezados por Ciutadans y PSC, que suman más del 60% de los votos. El sentimiento diferenciado del Valle de Arán -territorio de raíz occitana- hacia Cataluña se ha expresado de manera contundente en las urnas y los resultados contrastan con los de los otros valles pirenaicos, donde han triunfado los independentistas.

En el territorio aranés, el rechazo al proceso secesionista catalán es, como se ha constatado, mayoritario y la respuesta ha sido el voto a Ciutadans (33%), PSC (20%) y PP (7,5%). Con estos resultados, el actual síndico del Conselh Generau, el convergente Carlos Barrera, tiene muy tocada su legitimidad.

La pasada legislatura, Mireia Boya fue protagonista de un desagradable escándalo parlamentario. Se descubrió que había mentido a la hora de hacer la obligatoria declaración de bienes que hacen todos los diputados al tomar posesión del escaño, puesto que olvidó de mencionar que es copropietaria, con su hermano Jusèp, de la Borda Guilhamuc, un establecimiento de turismo rural en el municipio de Les.

A pesar de esta mentira, la CUP la eligió candidata por la demarcación de Lleida y ahora los anticapitalistas han pagado esta errónea decisión con la pérdida del escaño que tenían. En política, hay «pecados» que las urnas no perdonan.

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