Entrevista a Beatriz Silva

                                                 
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De oficio, periodista. Comunista, federalista y feminista. Número cuatro por Barcelona, como candidata independiente, en la lista del PSC a las elecciones del 21D. Vicepresidenta del Movimiento Democrático de Mujeres de Cataluña y colaboradora de Fedaia. Fundadora y miembro de la junta directiva de Federalistes d’Esquerres.

¿Está saliendo el federalismo del armario?

Hace ya un tiempo, decía Jordi Gracia, en un artículo publicado en El País, que éramos federalistas, pero no conscientes de ello. Lo que queríamos como organización territorial, como modelo de convivencia para España era el federalismo. Dialogar, pactar, convivir con distintas identidades… Todo eso lo teníamos interiorizado, pero no sabíamos que eso era ser federalista, hasta que llegó la crisis, en 2012, coincidiendo con las elecciones que convocó Artur Más, y ahí empezamos a formularnos la alternativa. Se empieza a hablar más de federalismo, pero esto no implica que sea ahora cuando » se sale del armario». Hay mucha gente que comparte los valores del federalismo, pero no llega a contrastarlos porque es tan fuerte el ruido del independentismo y el que procede del PP, que todo lo demás no puede oírse. Mucho más, cuando tienen controlados todos los grandes medios de comunicación.

¿Cómo puede explicarse que el federalismo no haya tenido más raigambre en un país tan plural como España?

El federalismo tiene de facto mucho más peso específico del que aparenta, en España. El hecho de que nuestro modelo territorial sea semi-federal quiere decir que hubo consenso en el 78 de que era por ahí por donde había que avanzar. El que los partidos políticos que han gobernado en España no hayan verbalizado u apostado explícitamente por el federalismo no quiere decir que muchos ciudadanos es lo que ven como mejor opción. No parece arriesgado decir que, en este terreno, hay una desconexión entre los que dicen los gobiernos y el sentir de la gente, en España y en Cataluña. En todas las encuestas en que se pregunta por una tercera opción, más allá del sí o el no a la independencia, siempre es la tercera vía la que gana, y de lejos. Porque la mayoría queremos una solución de pacto, diálogo, acomodo, intermedia… El ruido del extremismo inunda el discurso público, cuando este se polariza, pero es evidente que la mayoría de las personas no ven en Cataluña a los españoles como enemigo y viceversa. Cosa muy natural, porque aquí y en toda Europa estamos muy mezclados. Durante siglos, Europa ha sido un espacio donde se hablan muchas lenguas, donde hay diferentes religiones, conviven distintas etnias… Esta es una realidad, que la gente vive con naturalidad, cuando no está azuzada por los políticos.

¿Padecemos entonces un déficit semántico por no llamar a las cosas por su nombre o es que no lo hacemos porque da miedo o no interesa?

Ha habido un desentendimiento no solo respecto al federalismo sino en relación con la evolución institucional del país. Se pactó la Constitución y nunca se planteó reformarla allí donde era necesario. Alemania, por ejemplo, ha llevado a cabo numerosas reformas de la Constitución y no ha pasado nada. Existe una especie de inercia, de resistencia a no querer afrontar reformas necesarias. Parece que, en el fondo, se teme que tocando la Constitución se va a generar un gran problema. Cosa que más que con el estado de ánimo de la ciudadanía parecer tener que ver con los partidos y su correlación.

Digamos, que nos encontramos ante una especie de «consenso negativo» en esto de la reforma territorial.

Hace ya un tiempo, Izquierda Unida fue la primera en incluir en su programa la propuesta de una República Federal para España. También los socialistas se han manifestado en este sentido y los respectivos partidos se han dotado de fórmulas de organización federales. Pero a verdad es que no han llegado a cuajar alternativas suficientemente potentes para modificar la Constitución y abordar cambios en el modelo territorial. Se han priorizado otras cuestiones, y también es cierto que las distancias entre izquierda y derecha en la cuestión territorial han sido tan grandes que han acabado imposibilitando siquiera un acercamiento. Pero las cosas han llegado a un punto en que la crisis no permite más demoras.

¿Cuáles son, a su juicio, los pasos para salir del trance?

Algunos expertos dicen que la Constitución tiene que reformarse y decir que España es un país federal, y otros no opinan lo mismo. Por ejemplo, Eliseo Aja decía que no era indispensable dar ese paso, pero ahora cree que sí. En cualquier caso, los constitucionalistas y especialistas coinciden es que lo que nos falta es gobierno compartido. Hay descentralización, mucho autogobierno (más del que existe en muchos países federales), pero el no existir gobierno compartido provoca una descoordinación constante, anomalías de todo orden. No existe ningún organismo (cámara territorial) en el que las autonomías puedan deliberar sobre los asuntos que les atañen. Ni siquiera la Conferencia de Presidentes, que podría asemejarse a un espacio compartido de las autonomías, funciona debidamente. Existen muchas cuestiones que interesan a unos u otros territorios por diversas razones, que pueden ser resultan a su escala. Sin embargo, el modelo es radial. Las CC.AA. negocian de manera bilateral con el Gobierno central. Cada una a su manera y compitiendo entre ellas.

Trasladada la cuestión al campo de la política, ¿Qué fórmulas, calendarios, liderazgos…, serían necesarios o posibles para romper el hielo y empezar a dar pasos en la reforma constitucional?

Va a depender mucho de cómo evolucionen los acontecimientos. Es de esperar que habiendo llegado a donde estamos, todo el mundo parece estar de acuerdo en que hay que hacer algo. En cualquier caso, parece que lo primero es que funcione esta comisión de reforma de la Constitución, que puede contribuir al despolarizar el debate, la dicotomía sí-no y empecemos a hablar de soluciones. Necesariamente las cosas van a tener en encauzarse. El debate ha estado centrado en «Cataluña quiere la independencia y España no quiere». Hay que dejar de hablar de eso, que no responde a la realidad, y empezar a buscar soluciones. Y, claro, en esto tienen que participar todos. Podrían haber habido un diálogo Puigdemont -Rajoy, pero seguramente el resultado no habría sido una solución representativa de todos los catalanes, porque una mayoría de ellos no se siente formar parte de la Cataluña de Puigdemont. Del mismo modo, Rajoy representa solo a los votantes del PP. Las solución tiene que ser compartida por todos.

¿El federalismo es más cuestión de técnicos que de políticos?

Los académicos ya han hecho tanta literatura, que los políticos tampoco necesitan saber mucho más. Ahora hay que sentarse y coger lo más adecuado para poder afrontar la reforma federal. Mientras tanto, también hay que cosas que se podrían empezar a hace respecto a Cataluña, sin necesidad de esperar a reformar la Constitución. Podríamos intentar dar pasos en cuestiones como la financiación, que afecta no solo a Cataluña sino a otras Comunidades. Si hay voluntad de que las cosas vayan a mejor pueden ir a mejor y hay herramientas para ello. Si, por el contrario, la voluntad es atizar a la ciudadanía para que se vaya a un extremo, piense en otras cosas distinta a los recortes, la corrupción…, difícilmente vamos a encontrar soluciones.

¿Están apareciendo nuevos brotes federalistas en Cataluña?

En los dos últimos años, se ha producido un cambio en la percepción del federalismo. Hay más gente movilizada por el federalismo. Aparecen iniciativas a nivel sindical que de algún modo, están vinculadas a Federalistes d’Esquerres, porque son nuestros propios socios quienes actúan como promotores en sus respectivos espacios. La gente empieza a verbalizarlo y ya está entrando en los discursos y los programas de algunos partidos.

¿Y qué papel tiene Europa en todo esto?

Un problema de España lo es también de Europa. Cataluña es un problema de Europa. Y la solución no pasa por crear nuevas fronteras sino en diluir las que hay. Por eso, los impulsores de la UE, tras el desastre de la II Guerra Mundial, proclamaron que el único modo de evitar otra guerra era una Europa libre y unida. Cosa que pasaba por la superación de los Estados-nación mediante la vía federal. Y eso no es solo el pasado sino, sobre todo, el futuro. Porque vamos a un mundo globalizado, en el que las fronteras no tienen sentido, la gente se mueve… Tenemos que aprender a vivir juntos en esta nueva realidad.

¿Pasa la federalización de España por la de Cataluña?

Desde luego, porque el federalismo también consiste en organizarse en distintos niveles. Cataluña está llamada, por ejemplo, a formar parte de un eje mediterráneo o a instituir fórmulas de colaboración con Aragón, con la que comparte muchas cosas. Y Barcelona, que es un ejemplo de modernidad, necesita un estatus propio para poder colaborar y competir en las mejores condiciones con las metrópolis homólogas a escala planetaria. En esta entrevista quiero reivindicar los gobiernos de izquierda de Barcelona y de los municipios de su área metropolitana, que supieron transformar positivamente la vida de las personas.

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