Entrevista a Lluis Camprubi

                                                                     

Lluís Camprubí
Lluís Camprubí

*Licenciado en Farmacia y master en Salud Pública. Fue coordinador de la Asociación de Estudiantes Progresistas. Vinculado a proyectos europeos de investigación entre política públicas y desigualdades en salud. Desde 2014, es responsable de Política Europea e Internacional de ICV.

Teniendo en cuenta aquello de que ante un suceso pregúntate a quien le beneficia y te aproximarán a su autor, ¿A quién le puede resultar beneficioso el «Procés»?

Creo que más allá de las dos grandes clases, habría que hacer una aproximación hacia los sectores que pueden beneficiarse con el «Procés». Haría la distinción de que sí puede haber una fracción de la burguesía objetiva y materialmente interesada con el «Procés» que es la vinculada a lo que podríamos denominar el DOGC, (Diari Oficial de la Generalitat de Catalunya), a las relaciones concertadas o no con la Administración pública. Ese sector está interesado en poder tener una Administración lo más estatal y cercana posible. Entiendo que otros sectores de la burguesía, industrial, financiera…, pequeña burguesía, artesanos, etc., materialmente no tienen por qué estar interesados en el «Procés, porque es una fuente de pérdida de acceso a mercados, de entrar en un nuevo escenario de incertidumbre y por tanto de incapacidad de planificación, inseguridad jurídica… En los sectores populares, especialmente de las clases trabajadoras, me cuesta ver algún ámbito que objetivamente pueda beneficiarse del «Procés».

Las empresas parecen estar dando más que señales de que el «Procés» no les conviene…

Como se está viendo con la marcha de empresas, el «Procés» es un factor de degradación económica y productiva. Primero trasladan la sede social, luego la fiscal…, que acaba conllevando un cambio en la geografía productiva. Lo que está pasando es que los sectores con mayor valor añadido se acaban marchando y aquí puede quedar un erial económico o algo parecido. Además, es evidente que en un proceso de independencia no acordado la degradación económica es inevitable y, como cualquier Estado incipiente, el derivado del «Procés» tendría que competir intentando ser paraíso fiscal o así. Pero, en fin, esos trabajadores más vinculados a la Administración y la «clerecía» (la intelectualidad que rodea lo político) sí que pueden tener un interés más material en el «Procés».

Todavía hay quien sigue refiriéndose a la «burguesía catalana» ¿Existe ésta como tal? ¿No es ya solo un eco lingüístico?

En la Academia se acostumbra a hablar de clase capitalista transnacional, refiriéndose a los grandes propietarios, fondos, etc. y lo que le acompaña de aparato ideológico y altos profesionales. Este, sin duda, es el sector dominante global, pero aterrizado, en catalán, español, digamos, existe lo que se ha venido en llamar burguesía y que son los propietarios (de forma flexible, porque la propiedad no es ya la tradicional) de empresas de tamaño medio, etc. No es, desde luego, una clase como la que entendíamos era la burguesía catalana, pero si un ámbito con perfil e intereses bastante definidos.

¿En cualquier caso, todo da a entender que el «nou país», al que se refiere el «Procés» sería muy vulnerable?

Desde su óptica, una de las «virtudes» del «Procés» es hacer un dibujo difuso, con palabras que todo el mundo puede hacer propias, y que después cada uno procesa a su manera. Así, los grandes trazos de lo que se proponía pueden interiorizarse y proyectarse con las ilusiones, esperanzas, etc. que cada uno tiene respecto a cómo tiene que ser un país, en el que todo el mundo se sienta bien. A partir de ahí, se dibuja un escenario que tiene que ser materializado por el nuevo país y, por tanto, reconocible por otros países. Cosa que, a mi entender, no se va a dar. Pero en esa tesis, entrarían en confrontación los proyectos sociales y económicos. Por tanto, ya veríamos las relaciones de fuerzas, la hegemonía…, de qué lado bascularían. Intuyo que ahí la derecha lleva ventaja. Pero, más allá, habría que ver con que herramientas, con que capacidades productivas, con que activos, se construye ese país. Y ahí está su gran debilidad. Porque se parte de un entorno extremadamente vulnerable en lo financiero, lo económico, lo productivo… Sin paraguas y, en consecuencia, obligado a aplicarse una auto-austeridad brutal, para poder tener una economía funcionando. La mayoría de empresas de alto valor añadido, fruto de esa inestabilidad, se irían. Habría que descartan las utopías de Estado de bienestar, y seguramente no habría una fiscalidad suficiente y una productividad capaz de proporcionar un marco económico solvente.

Llama la atención la soledad del «Procés». La Europa a la que, también de modo unilateral, apelaba la propaganda, le ha acabado dando la espalda ¿Tiene algún amigo el independentismo catalán?

Hay que partir del hecho, que el «Procés» no ha tenido en cuenta que España es una democracia moderna, con un Estado potente, insertado en la Unión Europea, en la OTAN, el sistema de Naciones Unidas… Es, por tanto, un actor fuerte. En consecuencia, no hay ningún agente estatal reconocible, sobre todo dentro de la Unión Europea, que tenga interés especial en que el Estado español entre en una dinámica de inestabilidad, porque en algunos casos ya tienen su propio nacionalismo regional o porque, al final, cualquier movimiento como el «Procés» puede resultar traumático. Así, el «Procés» carece de amigos entre los actores estatales internacionales. A veces, se pueden percibir algunas simpatías difusas, sub-estatales, de otros nacionalismos… Pero también resulta curioso que cuando estos tienen poder, léase por ejemplo Escocia, huyen del asunto, por razones de interés propio. En algunos medios internacionales, el «Procés» ha podido despertar cierta curiosidad, pero en cuanto percibe su unilateralidad, se acaban desmarcando. Al final quedan, quienes pueden tener interés en desestabilizar un país de UE y otros nacionalismos, generalmente de derechas.

En cualquier caso, más que por razonamientos objetivos, el «Procés» se distingue por su subjetivismo ¿A qué se puede achacar esta peculiaridad?

El subjetivismo siempre había estado ahí (Identidad, percepción…), pero con una intensidad conllevable. Por diversas circunstancias, esto se ha ido intensificando y ha acabado siendo casi el elemento principal del conflicto político. Lo que antes era natural en la relación de las diferentes identidades en Cataluña, se ha convertido en motivo de marcaje. Me preguntaba por esto un amigo alemán e intentaba explicarlo por tres razones. Una económica, derivada de una situación de crisis, incertidumbre…; otra relacionada con el marcaje cultural, del auge de la identidad… y un tercer elemento, que entronca con lo que está pasando en otras democracias occidentales, que es el repliegue nacional. Frente a la crisis de la democracia, las dificultades…, se tiende a buscar protección en el entorno más próximo, en el pasado…

¿Existe una relación directa entre la crisis económica y sus consecuencias, y el auge del independentismo?

El «Procés» es un fenómeno muy de clases medias. Atribuir causalidad es difícil porque convergen circunstancias muy diversas en el mismo momento. Sí que está presente ese componente, ese sintagma, que ha hecho fortuna, de Marina Subirachs, de la «utopía disponible» ¿A qué nos agarramos? Pues a esa utopía. Nosotros no hemos sido capaces de dibujar otra más atractiva y concreta. Claro, que explicar un proyecto de transformación social a largo plazo siempre es más difícil. En cualquier caso, entre los años 2008 y 2012, además de la crisis económica, se produce la intervención del Tribunal Constitucional en el Estatuto y todo lo que ello conlleva, empieza la mutación de Convergencia, por factores internos y también externos, como el 15 M… Está todo ahí.

El «Procés» habla siempre en nombre de toda Cataluña, pero actúa a partir de la percepción, los intereses y el reconocimiento de una parte de ella ¿No es esta una de las grandes fallas del independentismo?

El historiador Andreu Mayayo viene insistiendo desde siempre en que nunca olvidemos el error metonímico. Es decir, confundir la parte por el todo. Cuesta desmontar el dualismo simplista Cataluña-España pero, a medida, que se acerca el objetivo, resulta fácil ver que Cataluña es más compleja. Es ya evidente, que hay varias Cataluñas. Es verdad que esta visualización ha podido ser reactiva, después de que la Cataluña oficial ha querido ser tan dominante, que la gente por reacción se ha sentido machacada. Cuesta cuantificar estas realidades, pero simplificando sí que se pueden clasificar como la del «Procés», las fuerzas políticas y sociales que acompañan al «Procés». La Cataluña social y política que tiene en lo español una identidad fuerte que ha generado un rechazo, del que surge un contra-bloque. Y también creo que hay una tercera Cataluña, que quizá ahora mismo no encuentra la forma de expresarse, y que es una Cataluña más laica en la identidad nacional, más proyectada hacia el futuro, culta…

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