Esta y aquella gente

La pintora Lita Cabellut dice que los artistas, como los periodistas, deben observar el campo de batalla desde la cima de una montaña y alcanzar más allá de lo que ven los ojos.

La situación de Cataluña se parece a la de Ucrania en relación a Rusia como un guante del revés: la independencia de 1991 respondía al Golpe de Agosto en el que los fracasados golpistas acusaban a Gorbachov de dispersar el poder central a favor de las repúblicas soviéticas. Hubo reconocimiento internacional a la declaración de independencia: la desmembración de la URSS interesaba al equilibrio mundial.

¿Podría haber sido la nuestra una situación comparable a la de Escocia o Quebec, donde se votó mantener la idiosincrasia dentro de la estructura vigente? Sí, pero el gobierno español, sin Commonwealth ni Estatuto de Westminster, empezó a dar palos de ciego impidiendo a sus propios defensores votar «no».

Las similitudes con Kurdistán aumentan: un referéndum por la independencia prohibido en septiembre pasado y el declive del líder histórico Masud Barzani, después de varios intentos históricos de los kurdos para independizarse de Irak. En 2005 el 98,8 por ciento de los participantes votó a favor de la independencia, pero un nuevo país islámico no interesa. El resultado es que el pueblo más numeroso sin nación del planeta sigue sin tenerla.

Se suma a las diversas motivaciones de los catalanes la idea de estar sosteniendo el estandarte para la autodeterminación de los pueblos. Se piensa que los otros países nos observan con los ojos muy abiertos: las naciones grandes con temor y las pequeñas con esperanza.

Desgraciadamente, esta vanidad ha tenido poco fundamento hasta ahora. Al igual que cuando una mujer se queja de que su marido la ha golpeado, muchos prefieren pensar que éstos son asuntos domésticos que debe resolver la pareja y que es mejor no meterse: es imposible saber quién ha empezado, no se sabe dónde está la razón y es casi seguro que se sale escocido. Además, estos venenos se contagian. «Nosotros sí que lo hacemos bien, y no ellos», se deleitan.

Sin embargo el rechazo a la fuerza bruta ejercida por la policía, a la parcialidad de los jueces, a las pocas maneras de los manifestantes unionistas, así como los reiterados mensajes de los líderes a favor de la expresión pacífica de las ideas, se está ganando la opinión internacional.

Los clamores por la autodeterminación no son nuevos y muchos países preferirían ser cabeza de ratón que cola de león. El modelo político de país que fomenta la ignorancia de la población para recaudar muchos impuestos y pagar muchos soldados produce cáncer con metástasis y está obsoleto.

Pero el nuevo modelo que queremos construir también debe incluir la autocrítica. Hay desvanes por airear también en Cataluña en la lucha por el presente. Vencer implica superar los agravios enmohecidos en la bodega de las casas: que los hijos sepan discernir, de la herencia de los padres, la justicia del odio. Me desagrada el lloriqueo de algunos de los líderes en los medios, preferiría un semblante más digno: hemos despertado a la fiera y sabíamos que mordía.

Y la letra del himno está anticuada. Hoy no «esmolem les eines (afilamos los aperos)» ni repartimos «cops de falç (golpes de hoz)», sino que hacemos ocupación no violenta de las calles. Al cantar «aquesta gent tan ufana i tan superba (esta gente tan ufana y tan soberbia)», ¿no mostramos claramente un sentimiento de superioridad moral que (y pido perdón a mi gente) es esencialmente soberbio?

Aparte de las condenables actitudes fascistas, como decía Manolo García de El último de la Fila, «nadie es mejor que nadie«, y sólo habremos ganado cuando no necesitemos sentirnos mejor que los demás.

(Visited 23 times, 1 visits today)
Facebook
Twitter
WhatsApp

HOY DESTACAMOS

Deja un comentario