De momentos históricos y otras paradojas

Al momento histórico de la declaración de la independencia en Catalunya siguen otros momentos de subidón durante el fin de semana. En la televisión hay debates en los que el catalán es la lengua principal y los castellano-hablantes que participan usan un pinganillo con traducción simultánea, como sucedería con cualquier entrevistado de otro país. El sentimiento identitario puede por fin satisfacerse. Por unas horas. El lunes llega «Mariano con las rebajas» y no sabemos si la Sra. Sáenz de Santamaría aceptará ponerse el pinganillo o no. Yo diría que no lo va a aceptar, porque desgraciadamente las personas y las cosas no son como queremos que sean sino como son. Y el Partido Popular ya hace tiempo que demuestra estar aquejado de un síndrome que se podría definir como «sordera antropocéntrica«.

Me recuerda al marido de Ana Karenina, la célebre novela de Leon Tolstói, cuando conoce la infidelidad de su mujer: «La idea de que ella debía de tener una vida propia le pareció tan terrible que se apresuró a apartarla de sí. Temía contemplar aquel abismo. Trasladarse en espíritu y sentimiento a la intimidad de otro ser era una operación psicológica completamente ajena a Alexis Alejandrovich, que consideraba tal acto mental una peligrosa fantasía.»

Frente al «yo», el «otro» (el extranjero, la mujer, el disidente…) supone una incómoda dualidad. El confort está en ignorar la diferencia, negar la existencia del otro@ y de su punto de vista para poder mantener el equilibrio y la identidad. Cuando la oposición binaria no se puede eludir, el ego dominante intenta imponer su jerarquía: ««Sus sentimientos y lo que pasa o pueda pasar en su alma no me incumben. Eso es cuestión de su conciencia y materia de la religión más que mía», se dijo Alexis, aliviado con la idea de que había encontrado una ley que aplicar a las circunstancias que acababan de producirse.»

Esta ceguera egocéntrica o sordera antropocéntrica no es patrimonio exclusivo de lo masculino ni de las culturas imperialistas, pero se produce mayormente en las personas o culturas que se ven favorecidas por el orden establecido de las cosas. La manipulación de la dualidad, el maniqueismo cognitivo, parecen mucho más difíciles de evitar cuando son empleados por las personas o las clases sociales que obtienen de él mayor beneficio.

Pero cuando estoy haciendo zapping entre CSI y «Preguntes freqüents» de TV3 y oigo a la Sra. Rahola intervenir repetidamente para interrumpir al Sr. Salvador Illa del PSC, me pongo de los nervios porque parece mentira que la gente no deje hablar a los demás cuando les toca y me entra el pánico: ¿Cómo será o sería Cataluña si se convirtiera en soberana? ¿Quedarían los catalanes inmediatamente aquejados del síndrome de sordera antropocéntrica y se convertirían en estúpidos carceleros?

Enseñar humildad a quien no es humilde es una paradoja estéril: quien no es humilde nunca aceptará ser alumno, y si el humilde se autoproclama maestro, deja de serlo.

La humildad clarividente es una opción personal; sucede tras un entrenamiento meditativo o bien después de un período de reposo como la convalecencia de una operación quirúrgica, un luto, la pérdida de un ser querido o de un empleo. Y a veces ni con esas no podemos los seres humanos practicar el sabio refrán japonés: «Cuanto más madura y cargada está la espiga de arroz, más baja la cabeza«.

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