Al final, ha habido de todo: declaración de independencia (DI) y aplicación del artículo 155 de la Constitución. La declaración de independencia no ha sido tan gloriosa como algunos deseaban, con parlamentos desde el balcón del Palau de la Generalitat y arriada de banderas españolas, y el artículo 155 no incluye la decapitación de los directivos de los medios públicos de comunicación ni el encarcelamiento directo de los máximos responsables del proceso. Pero ha habido DI y 155.
Y ha habido manifestaciones multitudinarias. De un lado y del otro. Como para demostrar que en el país hay dos visiones de la realidad. Unos, encantados con la declaración de la independencia, y otros, muy enfadados.
¿Quién ha ganado, entonces? En la ruleta del proceso parece como si no hubiera ganado nadie. Que la bolita se haya salido de la rueda sin caer en una casilla con un número par, impar, negro o rojo. Simplemente ha ido a parar al suelo. ¿Se trata, por tanto, de recogerla, hacer girar la rueda y probar fortuna de nuevo?
¿Alguien ha aprendido algo de los intensos días que hemos vivido este otoño? Está por ver. ¿Servirán las elecciones del 21 de diciembre para aclarar algo? Hay que ser muy optimista para pensar que la solución que restablezca la concordia ciudadana y la alegría perdida llegue con la celebración de estos comicios. Las encuestas, las de antes, las de ahora y las que vendrán, prevén y confirmarán que el próximo presidente de la Generalitat será un político partidario de la independencia de Cataluña.
Así las cosas, con más o menos nervios, tensión y sufrimiento, seguiremos como estábamos y como hemos estado los últimos años. De momento, los únicos que han ganado son los banqueros y los propietarios de las grandes empresas. Han demostrado, como nunca, que a ellos los debates patrióticos les interesan sólo para saber dónde deben poner sus sedes y sus beneficios.
En la vida, como en la ruleta, más tarde o temprano, la banca siempre acaba ganando. Por eso no me gustan los casinos.
