La dimensión de la conspiración

La mente criminal que se escondía detrás de la célula yihadista de Ripoll –el imán Abdelbaqi Es Satty… ¿y quién más?- lo tenía todo minuciosamente planificado: el jueves 17 de agosto del año 2017 a las 17 horas, convertiría Barcelona en un infierno de muerte y devastación.

Imaginemos que la explosión accidental del chalé de Alcanar no se hubiera producido y que el comando terrorista hubiera podido cargar las tres furgonetas alquiladas días antes con las 106 bombonas de butano preparadas para detonar con el explosivo «la madre de Satán». Imaginemos que estas tres furgonetas estallan en zonas de gran concurrencia de gente en la capital catalana, con las bombonas convertidas en metralla expansiva.

Si todo lo que estaba planificado por el cerebro del comando Ripoll de Daesh hubiera pasado, hoy estaríamos hablando de centenares de muertos y de miles de heridos. El atentado yihadista más mortífero cometido nunca en territorio europeo: mucho más que París, Niza, Londres, Bruselas, Madrid, Berlín…

Esta es la verdadera dimensión de la conspiración terrorista que tenía por objetivo el territorio catalán y es la que tenemos que tener presente en todo momento a la hora de analizar y valorar los sucesos luctuosos del pasado 17-A. Estuvo a punto de pasar y esto es lo que habría pasado si, en el último momento –pocas horas antes de la hora H- una chispa no hubiera hecho saltar por los aires el laboratorio del chalé ‘okupa’ de Alcanar.

Que nadie saque pecho. Las 14 víctimas mortales de las Ramblas y de Cambrils -15, si añadimos el cooperante de Vilafranca apuñalado por el conductor de la furgoneta asesina- son sólo una pequeña parte de la macrocarnicería humana que había preparada. Imaginemos, y no es exagerar, que en vez de 15 muertos, habláramos hoy de 300 muertos. Esto es lo que buscaba el «cerebro» que cooptó y manipuló a los jóvenes de Ripoll.

¿Cómo se gestiona y se digiere una masacre con 300 muertos y miles de heridos en una metrópoli europea? Es muy complicado de imaginar, pero hoy estaríamos instalados en otro escenario, profundamente doloroso y traumático. El gobierno español habría decretado el estado de emergencia y tendríamos al ejército patrullando por las calles. Las estructuras securitarias y sanitarias dependientes de la Generalitat y del Ayuntamiento, totalmente desbordadas y colapsadas, se habrían visto obligadas a pedir ayuda externa ante la magnitud de la catástrofe. La oleada de solidaridad y de empatía con la sociedad catalana habría alcanzado proporciones planetarias.

A partir de estas constataciones, hay una retahíla de preguntas de extrema gravedad que se abren, alguna de ellas relacionada con el proceso secesionista que está en marcha en Cataluña. Habrá tiempo para irlas formulando y buscar una respuesta, si es que hay voluntad política, policial y judicial para hacerlo. En todo caso, como en el de los trágicos atentados del 11-M del 2004, en la conspiración criminal urdida contra la ciudad de Barcelona hay muchas y espesas sombras que habrá que intentar iluminar.

Que los árboles no nos impidan ver el bosque. El atropello indiscriminado de las Ramblas y los sucesos de Cambrils son el «mal menor» de un plan criminal de gran alcance diseñado para hundir Barcelona, Cataluña y España en el caos. Este es el contexto y éste es el análisis de partida para entender qué ha pasado… y qué puede pasar.

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