La revolución de los cienmileuristas

En Cataluña hay un tema tabú que escapa al debate democrático: el de los sueldos estratosféricos que se ha asignado la clase política y que son, objetivamente, desmesurados e inmorales para el conjunto de la sociedad. Desde el año 2010, con la llegada de Artur Mas al poder, la deuda de la Generalitat -a pesar de los brutales recortes y privatizaciones perpetradas- ha subido vertiginosamente, pasando de los 35.000 millones de euros a 75.000 millones y la calificación de nuestra deuda pública que hacen las agencias internacionales de rating es el equivalente al bono basura.

Con el repunte de la economía, el paro en Cataluña ha bajado al 15% de la población activa, pero más del 80% de los contratos que se hacen son temporales y de corta duración. El salario bruto medio que cobra un trabajador catalán es de 24.500 euros anuales y el PIB per cápita no llega a los 28.000 euros.Por poner un ejemplo que nos resulta muy cercano: el salario bruto medio en Francia es de más de 38.000 euros anuales.

En cambio, los sueldos que cobran nuestros políticos, los enchufados de confianza y la corte de asesores que parasitan las instituciones catalanas -la Generalitat, pero también las empresas públicas, las diputaciones, los consejos comarcales y algunos ayuntamientos-, duplican, triplican , cuadruplican, quintuplican y sextuplican los salarios que cobra la inmensa mayoría de los trabajadores catalanes. ¿Por qué esta abismal diferencia? ¿Qué méritos acreditados tienen estos vividores del erario público?

Ya os lo digo yo: en su mayoría, ninguno. Tenemos una clase política, en general, muy mediocre e incapaz de sacar adelante el país, por falta de preparación, de convicción y de ideas. Eso sí, se autoadjudican unos salarios que les permiten vivir de maravilla, muy por encima de sus vecinos … y mañana será otro día. Llegan las vacaciones para la mayoría de la población y, sin lugar a dudas, nuestra élite política e institucional las pasará a tutiplén. Y esto es profundamente injusto e irritante.

Os dejo unos cuantos ejemplos del morro que gasta esta peña:

* El presidente Carles Puigdemont cobra 145.470 euros anuales

* Un consejero de la Generalitat cobra 109.663 euros anuales

* La presidenta del Parlamento, Carme Forcadell cobró el año pasado 147.762 euros

* El diputado Lluís Llach, que vive en un barco en el puerto de Barcelona, se embolsó el año pasado 81.487 euros del erario público

* La presidenta en funciones de la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales (CCMA) cobra 108.750 euros y un consejero de este ente, 105.061 euros

* El director de TV3, Vicent Sanchis, cobra 108.000 euros anuales, lo mismo que Saül Gordillo, el director de Catalunya Ràdio

* La presidenta de la Diputación de Barcelona, Mercè Conesa, se lleva 99.500 euros anuales

… y así podríamos continuar con los más de 1.000 cargos, electos o no, que tienen unos sueldos de fábula, absolutamente alejados de la realidad de las calles y plazas de Cataluña, y que nunca en su vida habrían soñado cobrar en función del currículum profesional que tienen. Los que están en la oposición, como que también maman, callan. Y los medios de comunicación, como que también mojan, silban ante esta escandalosa indignidad.

Esto no es la «revolución de las sonrisas». Esto es la «revolución de los cienmileuristas«, que luchan desesperadamente por mantener este momio salarial que ellos mismos han creado a costa de los presupuestos públicos y que, encima, tienen la caradura de manipular a la gente para que les apoye en su causa para conservar el «modus vivendi«.

Viva el proceso … ¡y que dure! ¡Felices vacaciones!

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