Pedaleando al ritmo del capitalismo salvaje que marca Deliveroo

'Start-ups' que cotizan millones en el mercado financiero pero que pagan miserias a sus empleados: esta es la cara más oscura de la nueva economía colaborativa
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La última crisis económica actuó como revulsivo social y ha propiciado la aparición de las llamadas economías colaborativas que, en un estado muy primigenio, querían hacer frente al capitalismo despiadado. Pero el dinero es el dinero y estos negocios son el nuevo disfraz del capitalismo más feroz: condiciones laborales muy precarias, enriquecimiento a expensas de los otros, falsos autónomos… Los primeros en denunciarlo públicamente, e incluso los que se han atrevido a montar una huelga, han sido los riders de Deliveroo, la plataforma intermediaria de comida online.

Llueva, nieve o bajo un sol de justicia, los riders de Deliveroo atraviesan la ciudad a toda velocidad para llegar a su destino, por solo 4,25 euros la hora. Esta es una de las razones por las cuales los repartidores han parado sus bicis para sacar a la luz la realidad de unos sueldos miserables, unas condiciones de trabajo pésimas y jornadas infinitas. Todo lo que haga falta para que el cliente tenga la comida que quiera, a la hora que quiera y sin moverse de casa.

Las condiciones de trabajo de los repartidores de Deliveroo son muy precarias y están basadas en una oscura relación de ayuda mutua entre compañía y trabajador. Se establece un vínculo en el que Deliveroo, igual que las empresas de transporte colaborativo Uber o Cabify, es la intermediaria entre cliente y servicio. A simple vista es una economía para ayudar el trabajador, pero rascando un poco la superficie de bonhomía afloran todas las miserias. En España la economía colaborativa representa ya el 1,4% del PIB, con 3,5 millones de usuarios. Es un sector que crece exponencialmente pero que también ha fomentado la figura del falso autónomo. La empresa no reconoce ninguna vinculación contractual con el trabajador, pero dice cuando y dónde se trabaja o cómo se cobra.

A modo de ejemplo, para pertenecer a Deliveroo se tiene que ser autónomo, disponer de una bici o ciclomotor y tener un smartphone. Una vez firmada la vinculación mercantil entre trabajador y empresa, Deliveroo se desentiende del seguro de accidentes, bajas por enfermedad y gastos generados por el trabajo, pero, en una retorcida maniobra, es esta start-up quién establece los turnos, marca lo que se tiene que cobrar y firma las facturas. Los trabajadores son autónomos, por lo tanto Deliveroo no asume seguridad social, impuestos, bajas laborales o vacaciones pagadas. Una jugada que se repite en muchas de las empresas de la llamada nueva economía: beneficios sin riesgo.

LA NUEVA ESCLAVITUD GLOBAL

Durante la puesta en marcha del servicio, Deliveroo, que tenía que competir con empresas como Just Eat o Glovo, se comprometió a fijar un mínimo de 20 horas de trabajo semanal y un sueldo de 8 euros por hora, independientemente de los pedidos. Argumentando que el mercado es muy voluble, Deliveroo ha dado por liquidada esta propuesta y los riders cobran 4,25 euros la hora sin un fijo y haciendo más de 20 horas.

Estas precarias condiciones fueron la causa de la huelga de los riders durante el primer fin de semana de julio, que continuará durante los fines de semana siguientes si no se llega a un acuerdo. La huelga tuvo un seguimiento del 70%. Las movilizaciones empezaron en Madrid, pero ahora se han esparcido ya por todas las ciudades donde esta plataforma presta servicio.

Con esta primera huelga, los trabajadores esperaban obtener alguna respuesta por parte de Deliveroo, pero la reacción de los directivos no ha hecho más que enrocar, todavía más, las posiciones. Los responsables del start-up decidieron desconectar a 15 trabajadores que habían seguido la protesta. La desconexión es la manera encubierta, en el argot de la empresa, de comunicar que se rompe el vínculo con el trabajador. Deliveroo no puede despedir a los riders, puesto que son autónomos, pero entonces desconectan sus smartphones y los dejan sin trabajo. El siguiente paso de los repartidores ha sido exponer las condiciones laborales ante la Inspección de Trabajo, que a estas alturas estudia sancionar la empresa por irregularidades muy graves.

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