Las más de 120.000 personas que firmaron la iniciativa legislativa popular por una Renta Garantizada de Ciudadanía y todas las que confían en su utilidad para combatir la pobreza en Cataluña ya tienen una fecha fijada en su calendario: el próximo 15 de septiembre. Ese día se iniciará la aplicación de la ley que regula esta renta, aprobada por unanimidad del Parlamento de Cataluña el pasado 12 de julio.
En el acto convocado en el centro cívico Calabria 66 de Barcelona por los impulsores de la ILP se respiraba satisfacción y esperanza. Se repartieron diplomas a todas las entidades, colectivos, sindicatos o partidos que han hecho posible que a partir del 15 de septiembre no haya ninguna persona en Cataluña que ingrese menos de 564 euros al mes. No estaba el chico que, él solo, recogió 5.000 firmas, una a una, abordando a la gente en la plaza de Cataluña. Probablemente esté volcado en otra causa justa.
Tampoco estaban Òmnium Cultural ni la Asamblea Nacional Catalana, lo cual es de agradecer, acostumbrados como estamos a que intenten apropiarse o aparecer allí donde haya cualquier movimiento o campaña social o solidaria.
Faltaron también los representantes de Junts pel Sí y del PP. La ausencia del PP es comprensible, acostumbrados como están sus militantes y dirigentes a ser abucheados allí donde se presenten. Pero los votos del PP han sido necesarios para presionar al gobierno catalán para que aprobara la Renta Garantizada de Ciudadanía y, por otro lado, y teniendo en cuenta el tono amistoso del encuentro del pasado día 12, seguro que no les habrían pitado.
La representante de Ciudadanos subió al escenario a recoger el recuerdo correspondiente y fue aplaudida. No muchos, pero algún aplauso recibió.
Que no hubiera nadie que representara al gobierno que debe aplicar la ley recién aprobada resultó extraño. De él depende que se cumplan las expectativas creadas con la definitiva consagración legal de un proyecto que se puso en marcha hace cuatro años.
El 11-S habrá una gran manifestación, seguro. El 2-O no sabemos muy bien qué pasará. Pase lo que pase en Cataluña en las próximas semanas, el 15-S debería ser una gran fiesta de la fraternidad ciudadana con decenas de miles de personas y familias vulnerables.
Y que a nadie le pase por la cabeza dar un paso atrás.
