Las 92 palabras de Puigdemont

Ante los miembros de la Comisión Asesora de la Generalitat, el presidente Puigdemont dijo: «Hoy es un buen día para recordar que hemos persistido; hoy hace 30 años del atentado de Hipercor. Si no hubiera sido por la persistencia, por el valor de tantas y tantas personas y algunas de ellas anónimas, el combate no se habría ganado. Y hoy podemos decir que estamos más cerca del ideal de justicia ante quien intenta laminar la justicia porque hemos persistido. Dentro de unos años diremos lo mismo: hemos conseguido todo lo que el pueblo de Cataluña ha propuesto porque hemos persistido y no nos resignamos ni renunciamos«. Noventa y dos palabras que han sido debidamente amplificadas, interpretadas y criticadas. Después, en el acto de recuerdo a las víctimas, el político gerundense se limitó a pedir perdón por si no se había estado institucionalmente a la altura, como así ha sido. El foco de la crítica se centró obviamente en las noventa y dos palabras en las que el presidente relaciona con mayor o menor acierto la persistencia de la lucha contra ETA con la del soberanismo.

A pesar de los 30 años transcurridos, la herida de Hipercor todavía no ha cicatrizado, y seguramente no lo ha hecho porque las cosas no se han hecho suficientemente bien desde entonces. Una falta de acierto por la que Puigdemont, y también la alcaldesa Ada Colau, pedía acertadamente perdón. Todo ello, forma parte de la letra pequeña de la noticia, para el titular se reserva la interpretación de las 92 palabras antes transcritas. La verdad es que, dado que no se han hecho las cosas bastante bien a lo largo de estos años y que la torpe actuación no ha permitido la cicatrización de la herida, entiendo que Puigdemont debería haber sido más cauto en sus palabras, evitando así una polémica que, desengañémonos, era fácilmente previsible. Entonces, la ingenuidad de Puigdemont (quiero descartar la mala fe) es, cuando menos, criticable.

Pero Puigdemont ha dicho lo que ha dicho, ni más ni menos, y no la interpretación que de sus palabras algunos han hecho. Las 92 palabras de Puigdemont han servido para iniciar una bola de nieve que, poco a poco, se ha ido haciendo mayor y que al final a uno le cuesta encontrar sus raíces. En la nueva política cada vez parece más habitual discutir sobre la interpretación de las palabras y olvidarse de la literalidad. Entonces, cuando algunos como Albert Rivera, aprovechan la puerilidad de Puigdemont para hacer un totum revolutum añadiendo también acusaciones de equidistancia del nacionalismo con ETA o el encuentro de Carod-Rovira con la banda en Perpiñán, terminan haciendo lo mismo que critican, usar la desgracia del terrorismo para hacer política. Dice Rivera que hasta que no llegó él a la tierra política la Generalidad ignoró las víctimas, y se queda tan ancho.

Las palabras de Puigdemont en otro contexto o momento hubieran pasado totalmente desapercibidas, pero ahora son munición para la guerra y el presidente debería saberlo, y la cosa ya está bastante alterada como para no contar hasta cincuenta antes de decir según qué.

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