El delirium tremens

El año 1958, cuando tenía 28 años, Jordi Pujol escribió unas reflexiones tituladas Fer poble, fer Catalunya que, años después, incorporó a su libro Construir Catalunya, considerado la biblia del pensamiento pujolista. En estas hojas, que circularon de mano en mano por los círculos católicos antifranquistas de la época, ya se recogían las ideas-fuerza y las líneas estratégicas que, después, han marcado toda la trayectoria empresarial y política del ex-presidente de la Generalitat.

Jordi Pujol era hijo de una familia burguesa acomodada. Su padre, Florenci –el famoso Florenci de la «herencia» andorrana– había hecho mucho dinero especulando en la Bolsa y traficando con divisas. Contrasta el supuesto talante liberal de Florenci Pujol –se ha dicho de él que simpatizaba con ERC– con la decisión de confiar la educación infantil de su hijo Jordi a la Escuela Alemana de Barcelona, en los tiempos convulsos del III Reich y de la II Guerra Mundial. Es decir, Florenci Pujol estaba convencido que Adolf Hitler acabaría ganando la guerra y por eso inscribió a su heredero en la escuela del supuesto bando ganador, donde «mamó», desde pequeño, la ideología nazi.

Paradojas de la vida. El socio y mejor amigo de Florenci fue David Tennembaum, un judío de origen polaco que se había refugiado en Barcelona. Muy comprometido con la causa sionista, David Tennembaum se involucró intensamente en el proyecto de creación del Estado de Israel, donde actualmente residen sus descendientes. Por lo tanto, en el domicilio familiar de Florenci Pujol y Maria Soley se vivieron, gracias al amigo judío, todos los avatares que marcaron la implantación y consolidación del nuevo Estado.

Hay un tercer vector que influyó decisivamente en la etapa de formación de Jordi Pujol: la Iglesia católica, que disfrutaba de un enorme poder e influencia en la España franquista. Amparándose bajo este paraguas, empezó su activismo político en la organización Crist i Catalunya (CC), el germen que en 1974 cuajó en la fundación, en el monasterio de Montserrat, del partido Convergència Democràtica de Catalunya (CDC), camuflada bajo la apariencia de un encuentro de peñas del Barça.

El corpus ideológico pujolista es un cóctel indigerible: una mezcla de negocios, nazismo, sionismo, catolicismo, barcelonismo y antifranquismo con el objetivo supremo de construir una idealizada patria catalana. Aquello que escribió con sólo 28 años lo aplicó al conjunto de la sociedad catalana una vez logró la presidencia de la Generalitat en 1980 y durante los 23 años de sus cinco mandatos. Debajo de su disfraz de espartana austeridad, Jordi Pujol aplicó un sistema perverso, basado en la convicción de que «el dinero lo compra todo» y en especial la voluntad de las personas.

Hoy, este delirium tremens que empezó en 1958 y ha marcado a fuego la historia de Cataluña durante casi 60 años, se ha acabado. La corrupción, las cuentas en paraísos fiscales y la «madre superiora» han escrito el último capítulo.

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