Jarrón chino Zapatero

«No hay nada más patético en la vida que un ex presidente«, dijo, poco antes de dejar la Casa Blanca, John Quincy Adams (1829). Muchos años después, el ex presidente español Felipe González lo adornaba: «Somos como grandes jarrones chinos en apartamentos pequeños; no se retiran del mobiliario porque se supone que son valiosos, pero están todo el rato estorbando«. La verdad es que, en general, en Estados Unidos los ex suelen llevar su prematura jubilación con mejor honor y dignidad que en la mayoría de países; después de dejar el cargo evitan hacer declaraciones públicas por un período de tiempo razonable, lo hacen para permitir que el nuevo jefe de Estado tenga la oportunidad de gobernar. Después, pasado un tiempo prudencial, tratan de ser influyentes y, sobre todo, intentan convertirse en grandes ex i no estropear sus biografías. Algunos, incluso, han sido mejores expresidentes que presidentes, como sería el caso del demócrata Jimmy Carter, que alcanzó el premio Nobel de la Paz tiempo después de dejar la presidencia. Un reciente ex, Barack Obama, sigue de momento el camino marcado por los que le precedieron en el cargo; aunque el presidente Donald Trump le ha dado motivos suficientes para entrar en el cuerpo a cuerpo, en su reaparición pública en Chicago, Obama ha hablado de apadrinar una nueva generación de líderes y ha rehuido el derecho a réplica.

En España la cosa es diferente. Aquí los jarrones chinos (ex) estorban tanto como pueden, o más. Sólo hay que ver como el popular José María Aznar intenta gobernar in eternum haciendo zancadillas día sí y día también al actual presidente Mariano Rajoy; o que le pregunten sino al socialista Pedro Sánchez cuanto estorba el inventor de los jarrones chinos, Felipe González. Parecía hasta ‘ayer’ que José Luis Rodríguez Zapatero, el tercer ex vivo, seguía la estela de su admirado Obama y se resistía a estorbar, pero no, finalmente ha elegido la calle de en medio y se ha convertido en un enorme y estorbador jarrón chino. Dice el ex leonés que la candidata a la secretaría general del PSOE, Susana Díaz, es rechazada en Cataluña por ser «mujer y andaluza». Tan enorme memez no parece digna ni del peor de los ex. Ni que decir tiene que la estupidez ha generado todo tipo de airadas reacciones, algunas casi tan desafortunadas como la original. Elijo la del republicano Gabriel Rufián que esta vez no la pifia cuando dice que «hay que tener muy poca vergüenza para decir esto en un país con un expresidente cordobés y una jefa de la oposición de Jerez».

Zapatero, presunto bonachón, agita la catalanofobia acusándonos de misóginos y racistas y eso, desengañémonos, además de falsario, poco o nada ayuda a sofocar el fuego del enfrentamiento que vivimos (sufrimos), más bien lo agita. Zapatero, mejor que nadie, debería recordar aquella leyenda castellana que dice «zapatero a tus zapatos«; así, haciendo uso de su retiro, haría bien Zapatero de limitarse a los zapatos y disfrutar del reposo, dejándose de aplausos tan fáciles como peligrosos.

Y dejo para otro día la valoración de un exhonorable…

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