El humor como sismógrafo

En el Palau Robert de Barcelona se expone una muestra llamada «La política retratada» hasta el 11 de junio. Un repaso al humor en prensa y los mejores humoristas gráficos del país, comisariado por Jordi Torrents y Jordi Duró.

La exposición da por reflexionar sobre el género del humor gráfico. El humor es, sin duda, ficción, pero a la vez se enmarca en un contexto y una realidad. El problema viene cuando hay quien considera que se debe juzgar en términos de veracidad. Si en un chiste un personaje sale entre rejas, la persona que representa no está encarcelada, es su caricatura. El humorista no la está encarcelando, sino que especula, sobre una hipótesis ficticia, de que lo estuviera. Lo que digo es muy básico pero parece que todavía hay quien no lo entiende.Lo mismo ocurre con deidades, cargos públicos o héroes de la patria. No son ellos, es su representación ficcionada la que es motivo de broma.

Quizá la parte más interesante de la exposición del Palau Robert es un interactivo donde te proponen que le pongas fecha a un chiste gráfico situándolo en tres posibles momentos de la historia reciente. Tristemente, parece que estamos en un círculo eterno y casi todos encajan tanto hoy como hace 30 o 40 años. En muchos casos se hace difícil decir si son de ayer o hace dos décadas. De hecho, incluso hay chistes que sabes que son antiguos porque ahora estarían prohibidos. Como dice Javier Pérez Andújar, «La democracia es algo que se ve y se toca, y donde no se percibe es que no hay» y el humor es como la prueba del algodón. Por cierto, su pregón a las fiestas de la Merced fue una defensa del humor, porque Andújar sabe que sin humor no hay libertad.

El humor siempre ha sido un sismógrafo para detectar movimientos de tierras en la base de la democracia. A más humor, más libertad. Es una ecuación que nunca falla. El atentado a la revista Charlie Hebdo es una muestra, como fue el atentado al El Papus en 1977, al inicio de una democracia siempre justita de humor, es decir, de libertad. Los humoristas gráficos no son analistas políticos, hacen ficción, como decía, pero a menudo sus chistes hacen reflexionar, como la literatura o el cine. Vale la pena pasar por el Palau Robert para darse un buen baño de humor. Sale un refrescado y con ganas de más.

Estos días hemos sabido que unos chistes colgados en Twitter sobre el franquista Carrero Blanco han sido motivo de una condena de un año de cárcel y siete de inhabilitación, lo que impedirá que la autora del tweets, Cassandra Vera, pueda recibir una beca para estudiar magisterio o ejercer esta profesión si obtiene el título. Espero que haya recurso o indulto. Sin embargo, el daño ya está hecho. El mensaje es claro: El humor no es bien recibido. Recordemos el caso del titiriteros, también el humor les llevó a estar entre rejas o el concejal de cultura del Ayuntamiento de Madrid, que dimitió por unos chistes.

Entonces es cuando aparece lo de «es que no era de buen gusto». El buen gusto es un término muy utilizado, sin tener en cuenta que es absolutamente subjetivo. Lo que a unos les puede parecer gracioso a otros les resulta ofensivo. ¿Quién tiene la potestad de decir hasta dónde llega lo que es apropiado y donde empieza el mal gusto? Es más, incluso siendo consciente de que lo que se dice es de mal gusto, ¿quién tiene el derecho de prohibir decirlo? Decía Picasso que «el buen gusto es el peor enemigo de la creatividad«.

Hablando de Picasso, corre una leyenda de que cuando el pintor malagueño estaba retocando el Guernika el Pabellón Español en la exposición Universal del 37 en París, pasaron por allí unos trabajadores del pabellón alemán, que estaba justo al lado. El caso es que los alemanes le preguntaron: ¿Esto lo ha hecho usted? (Refiriéndose al cuadro), Picasso contestó: No, lo han hecho ustedes (refiriéndose al bombardeo de Guernika). Si fuera hoy, quizás Picasso se enfrentaría a una demanda, por humor de mal gusto.

Hoy esta columna está rellena de frases, no sé muy bien porque: «Cuando el sabio señala la luna el necio mira el dedo». Pues bien, yo añadiría: El necio mira el dedo y dice que señalar es de mal gusto. La dictadura del buen gusto es el prefacio de la dictadura a secas y el humor es un enemigo a combatir porque como aquel monje de «El nombre de la Rosa» hay quien tiene miedo del poder liberador de la risa y del humor. Y esta falta de cintura no viene sólo de la derecha, también a la izquierda le falta sentido del humor, por prejuicios, por ser políticamente correctos, por dogmatismo, en definitiva, por miedo. Repito, a menos humor, menos libertad y no es broma.

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