El último «búnker»

Con el juicio del caso Palau avanzando a toda máquina hacia el esclarecimiento de las relaciones corruptas CDC-Ferrovial; con el juez del Vendrell, Josep Bosch, ampliando el círculo de implicados en la mafia del 3%, y –una vez superadas las reticencias iniciales- con la plena colaboración de las autoridades andorranas a la hora de facilitar a la Audiencia Nacional todas las cuentas que tenía en el Coprincipado la familia del ex-presidente de la Generalitat, el pujolismo ha perdido la guerra y está en desbandada. Para mí hay un momento crucial: cuando el hijo primogénito, Jordi Pujol Ferrusola, confiesa de motu proprio al juez José de Mata que su madre es la titular de una cuenta oculta en Panamá bajo la estructura fiduciaria de la fundación Kopeland.

¡Rien ne va plus! O como dijo Bernd Schuster: «No hace falta decir nada más». ¿Qué hacía la Sra. Marta Ferrusola con una cuenta en Panamá donde tenía en depósito más de un millón de dólares?Sólo de pensarlo, este dato me produce escalofríos y para mí es el paradigma y el punto final del régimen que nos ha tocado vivir en Cataluña entre 1980-2003 y -lo que es más grave- del que todavía nos toca vivir desde el año 2010.

El poder se tiene o no se tiene y el resto son elucubraciones. Y la única verdad es que en los últimos siete años volvemos a tener un presidente de Convergència, o como se llame, en el Palau de la Generalitat. Esto quiere decir la capacidad de colocar a un montón de cargos a dedo con unos abultados salarios fuera de mercado que garantizan una fidelidad ciega y de gestionar un presupuesto –con el permiso y la complicidad de Esquerra- de miles de millones de euros que sirve, entre otras cosas, para crear un monolítico sistema mediático totalmente dependiente de las subvenciones y, por lo tanto, adicto a las consignas.

Para entender las cosas hay que tener conocimiento y perspectiva del pasado. La «autoritas» en el magma nacionalista/soberanista la continúa conservando el patriarca Jordi Pujol, del cual emanan la estrategia y la táctica de cada momento y de cada paso. Artur Mas actúa como el «octavo hijo» del clan de General Mitre y Carles Puigdemont es el «nieto» obediente a quien se ha puesto, transitoriamente, al frente del negocio. Oriol Junqueras es el sobrino espabilado con ideas propias, pero que, en esencia, comulga con la filosofía y los objetivos del «pater familias». Y los de la CUP son los cachorros rebeldes -«ma non troppo»- que, cuando se toca el pito, se sabe que se ponen en fila, aunque haya unos cuantos que, como Anna Gabriel, se resisten a pasar por el aro.

Este magma, que tiene como hito político la creación de un etnoestado catalán –con el hipotético reconocimiento de la Unión Europea-, es prisionero de sus propias contradicciones. ¿Qué hacer con los escandalosos casos de corrupción que afectan al partido Convergència/PDECat y, en especial, al «núcleo duro» del ex-presidente de la Generalitat? ¿Qué hacer con el más del 50% de la población que no compra ni comparte la película independentista?

En vez de hacer una necesaria pausa para reflexionar y debatir sobre estas dos cuestiones esenciales, los «cerebros» del proceso han decidido apretar el acelerador al máximo con el mantra formulado por el presidente Carles Puigdemont: «o referéndum o referéndum«. El atajo elegido –la modificación del reglamento del Parlamento para permitir la aprobación en lectura única de las herméticas leyes de transitoriedad jurídica- es una aberración política que denota la desesperación del «cabinet noir» soberanista.

El Parlamento de Cataluña, que tendría que ser la casa de todos, ha sido secuestrado por los intereses a corto plazo de la «mafia» y sus urgencias de defenderse ante el juicio del caso Palau, de las comisiones rogatorias a Andorra y de las investigaciones, cada vez más profundizadas, de la trama del 3%. La «bunkerización» del Parlamento y, por extensión, del Palau de la Generalitat es lo peor que le podría pasar a una sociedad abierta y plural como la catalana. Que el magma de Junts x Sí y la CUP tenga que acabar haciendo trampas al solitario para imponer la agenda oculta de General Mitre –que busca conseguir un pacto con el Estado que exonere al clan Pujol de todos sus procesos penales- es muy triste y pone en cuestión la supuesta inteligencia política de Oriol Junqueras y de la CUP, que han caído ingenuamente en la trampa.

Yo defiendo y defenderé a los independentistas de buena fe y su derecho a exponer y a realizar su proyecto político si consiguen un apoyo nítido en las urnas, cosa que hoy no tienen. Pero yo denuncio y denunciaré las maniobras de la «mafia catalana» para mezclar e instrumentalizar este legítimo anhelo con sus estratagemas para intentar escapar de sus líos judiciales de corrupción.

El secuestro y transformación del Parlamento en el último «búnker» es, como ha recordado el Consejo de Garantías Estatutarias, un disparate jurídico impropio de la madurez democrática de la sociedad catalana. ¿Hasta cuándo ERC y la CUP continuarán sumisos al juego que, a través de Convergència/PDECat, dicta General Mitre? ERC y la CUP se creen, ufanos, que tienen la sartén por el mango, pero son los «tontos útiles» de la monstruosa estafa que se está perpetrando ante nuestros ojos. Es imprescindible liberar el Parlamento catalán y, para conseguirlo, sólo hay un camino: o elecciones o elecciones.

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