Al presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, le preguntaron a Catalunya Ràdio, el 12 de enero, si se reuniría algún día con el presidente del gobierno español, Mariano Rajoy. Contestó que esta reunión era «perfectamente posible», que estaban discutiendo «qué día y en qué formato» y que preveía que sería en una fecha «no muy lejana». Si hubiera mirado atrás, la fecha era bien cercana: el día antes, 11 de enero, había comido con Rajoy al Palacio de la Moncloa.
Después de un mes de elucubracions sobre si habría una reunión entre los dos presidentes, el diario La Vanguardia desveló, el día 22 de febrero, en portada, la gran mentira de Puigdemont. La portavoz del gobierno catalán, Neus Munté, se había añadido en la fiesta de las falsedades. El día antes había dicho que nunca había habido reuniones secretas entre ambos. El titular de la noticia que publicó El Periódico el 21 de febrero sobre la rueda de prensa posterior a la reunión del gobierno de la Generalitat decía: «Munté: No ha habido reuniones secretas». El de portada de La Vanguardia el 22 de febrero era: «Rajoy y Puigdemont se vieron a La Moncloa el 11 de enero».
Rajoy, Puigdemont y Munté mintieron. I?
Pues, nada. Que los tres siguen haciendo cómo si no hubiera pasado nada.
Rajoy también escondió la existencia de la reunión, a pesar de que no ha tenido que disimular tanto como los dirigentes catalanes porque fuera de Cataluña no está todo el mundo pendiente del diálogo entre los dos gobiernos.
Además, ya nos tiene acostumbrados a hablar por pantallas de plasma o huir de estudio cuando le piden por temas que lo quitan el sueño.
Una de dos: o la mentira se tolera en política o hay alguna razón de vida o muerto que la justifica. No parece que negar la existencia de una reunión de este estilo pueda justificarse en base a algún secreto de Estado que se me escapa.
Tengo la sensación que me han tomado el pelo.
Y vista la alegría y la impunidad con que se ha encajado este episodio, el descrédito de la política catalana es total.
Tiene sentido que los periodistas continúen haciendo preguntas al presidente de la Generalitat y a la portavoz de su gobierno si saben que son capaces de mentir y quedarse tan anchos?
Donald Trump tiene buenos discípulos en Cataluña. El siguiente paso es prohibir la entrada a las ruedas de prensa a los medios de comunicación que no son de la cuerda presidencial.
