Basta de excusas y menos chovinismo

Al gobierno de la Generalitat no le ha gustado en absoluto la independencia de criterio con el que han querido actuar los organizadores de la campaña «Casa Nostra, Casa Vostra». El gobierno catalán y sus apéndices de la Asamblea Nacional Catalana y Òmnium Cultural consideraban que ésta era su manifestación y que se debía realizar según sus reglas e intereses, en contrapartida a sus esfuerzos económicos y de promoción de la campaña.

Por ello, se empeñaron en que del Manifiesto inicial de la convocatoria desaparecieran las críticas a la gestión de esta crisis de refugiados por parte del gobierno catalán. Y por eso se llevaron las manos a la cabeza cuando el periodista Jordi Évole recordó que la tragedia que viven los refugiados no es «sólo» cuestión de competencias sino también de «incompetencias». Y menos les gustó que los portavoces de la campaña se alinearan más bien con Jordi Évole que con los gobernantes.

Todo ello derivó en una manifestación a la que cada uno bautizaba con un lema diferente. En los grandes carteles azules que distribuyeron los organizadores se leía «Basta de excusas. Acojamos ahora». Muestra evidente de la forma diferente con la que se vivió e interpretó la manifestación fueron las portadas del domingo de El PeriódicoAra. Los primeros, no independentistas, apostaron por «Basta de excusas». Los segundos, independentistas convencidos, por «Acojamos ahora».

Con excusas o sin ellas, lo que los refugiados y migrantes piden es recibir un trato digno ya. Si hay cuestiones que pueden esperar a la llegada de la independencia para ser enfocadas adecuadamente -tema de debate permanente- la de la atención a las personas más vulnerables no es una de ellas. Más de la mitad de los refugiados acogidos en Berga se han ido a Alemania o han vuelto a Turquía porque no les satisfacía el trato que recibían.

Los refugiados o los inmigrantes que llevan años viviendo entre nosotros con el corazón en un puño por miedo a que les envíen al centro de internamiento de extranjeros con la amenaza de ser repatriados al país del que escaparon necesitan algo más que excusas, techo, alimentos, practicar deporte y clases de catalán o castellano.

Tampoco necesitan asistir a competiciones de autocomplacencia o chovinismo para ver quién convoca la concentración más multitudinaria. Para los barceloneses y barcelonesas es un motivo de satisfacción que su ciudad sea el escenario de la mayor movilización de denuncia contra el trato degradante e injusto que reciben las personas que llegan a Europa huyendo de guerras y miseria. Pero a los refugiados no les sirve de nada esta carrera por figurar en el récord Guinness de la solidaridad si no va acompañada de una atención y un apoyo político y social que les permitan creer que aquí o donde sea pueden rehacer sus vidas y enfocarlas hacia un futuro donde la palabra «felicidad» tenga cabida.

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