Cerdos independentistas

En pleno debate presupuestario, deberíamos escuchar y tomar en consideración la recomendación que ha hecho el Síndic de Greuges (Defensor del Pueblo), Rafael Ribó, en el «Informe sobre la contaminación provocada por purines en Cataluña«, presentado la semana pasada y que ha pasado muy desapercibido en los medios de comunicación. En este informe, el Síndic de Greuges advierte de la alarmante polución de nitratos que afecta al 41% de la masa de aguas freáticas de Cataluña, a causa, principalmente, de la filtración de los purines que se tiran en los campos de cultivo, y propone la implementación de un tributo directo a las granjas para combatirla.

Más allá de los debates identitarios -que hace semanas, meses, años y siglos que perduran- hay una realidad incontestable.Este rincón del mundo que denominamos actualmente Cataluña existe desde hace millones de años y por aquí, en los últimos miles de años, han pasado numerosas civilizaciones (neandertales, íberos, griegos, fenicios, cartagineses, romanos, godos, musulmanes…) que nos han legado su huella. La primera obligación de los catalanes de hoy es preservar el territorio que hemos recibido en herencia y dejarlo en buenas condiciones para las generaciones que nos sucederán.

Y hay que decir, en este sentido, que los catalanes de hoy -cegados por la ambición por el dinero rápido- somos unos estúpidos irresponsables. Nos estamos cargando el país sin ningún tipo de escrúpulo. El Síndic de Greuges nos lo recuerda en su informe: actualmente, en Cataluña hay más cerdos (7,7 millones) que personas (7,5 millones). Esta extraordinaria proliferación de granjas -que se ha acelerado de manera descontrolada en los últimos años del «gobierno de los mejores«- se debe a dos factores:

*La proximidad de Cataluña a los mercados centroeuropeos, grandes consumidores de carne de cerdo, y las grandes diferencias salariales que tenemos, especialmente, en el salvaje sector de los mataderos, con los otros países productores.

*La tolerancia de la administración competente, en este caso la Generalitat, con los propietarios de las granjas, a quienes permiten la constante ampliación de sus instalaciones y el vertido al aire libre, sin tratamiento previo, de las deyecciones que hacen los 7,7 millones de cerdos. «Competitividad», le llaman los cínicos.

Yo tengo la costumbre de leer habitualmente el DOGC y constato que el departamento de Territorio y Sostenibilidad (?) de Josep Rull no para de conceder nuevas autorizaciones medioambientales (?) para ampliar la capacidad de las granjas de cerdos. España ya es el primer productor europeo de porcino y Cataluña es la principal zona del Estado donde se concentra esta actividad ganadera altamente contaminante. En este sentido, el Síndic de Greuges propone la implementación de una moratoria mientras no exista un sistema eficiente y ecológico para el tratamiento de las deyecciones de la cabaña porcina.

Pero en esta Cataluña que está «a las puertas» de la independencia «no toca» hablar de cerdos. El lobby industrial que domina el sector -Vall Companys, Alsina de la Cooperativa de Guissona, Tarradellas, Ramisa…- ha conseguido imponer la impunidad y la omertà. Marta Rovira, la secretaria general de ERC, es de Vic y conoce perfectamente el desastre ambiental que provoca en esta comarca la concentración de granjas y mataderos. ¿Por qué no abre la boca para exigir que se paren los vertidos masivos de purines que han pudrido las aguas freáticas y las fuentes de Osona? ¿No es una patriota? ¿No ama a la nación por encima de todas las cosas? ¿De qué o a quién tiene miedo?

En la actualidad, según un informe de la Agencia Catalana del Agua (ACA), hay 139 municipios que tienen el agua fuertemente contaminada por los nitratos de las deyecciones porcinas. Invito a hacer un ejercicio curioso: superponer el mapa de los municipios que tienen los acuíferos infectados por los purines, y que están incluidos en las «zonas vulnerables» delimitadas por la Generalitat, con el de ayuntamientos adscritos a la Asociación de Municipios por la Independencia (AMI). El resultado, por coincidente, es espantosamente elocuente. Y la conclusión, terrible: los municipios contaminados son municipios que se han declarado independentistas.

La soberanía no es el derecho a ensuciar el territorio. El amor al país se demuestra, de entrada, teniendo cura del medio ambiente. Invito a todas las diputadas y diputados a leer atentamente el «Informe sobre la contaminación provocada por purines en Cataluña» y a adoptar, de manera urgente, las recomendaciones que en él se hacen:

*Moratoria a la implantación de nuevas granjas

*Imponer un tributo a las actividades de la industria porcina destinado a eliminar rápidamente la contaminación de los acuíferos

*Exigir la implantación de sistemas de depuración a las granjas para evitar el lanzamiento de los purines al aire libre

*Extremar los controles por parte de la Generalitat para impedir las numerosas trampas que se hacen y que se toleran desde la administración, como por ejemplo «regar» dos veces un mismo campo con purines

*Establecer un régimen sancionador para los que vulneren las leyes anticontaminantes

Los austríacos se han visto en la disyuntiva de elegir entre un ecologista y un populista de extremaderecha para la presidencia del país. El electorado, inteligente, se ha decantado por la opción de Alexander Van der Bellen. En Cataluña, para acabar con el populismo independentista que no duda en sacrificar el país a los intereses del lobby del cerdo, también nos convendría un buen presidente ecologista que limpie el «ambiente» y el medio ambiente.

(La Generalitat tiene todas las competencias para afrontar este gravísimo problema, sin necesidad de pedir permiso ni a Madrid ni a Bruselas. Al contrario: en Bruselas están indignados con la pasividad del gobierno de Cataluña a la hora de acabar con la masiva contaminación por nitratos del subsuelo y de las fuentes).

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