Cada cosa tiene su momento. Hay un momento para el radicalismo independentista y hay un momento para pasar el platillo para recoger las limosnas. Cuando se está en Vic con los de la Asamblea Nacional Catalana (ANC) para denunciar que España nos mata, se va y se envía a TV3 para que haga una noticia bonita. Cuando se está en Madrid y se tiene que facilitar el acceso a la Mesa del Congreso a representantes de los partidos que «matan» a Cataluña -léase PP y Ciudadanos, en este caso- se hace a cambio de que nos den un grupo parlamentario y las prebendas y millones de euros correspondientes.
También se podría utilizar aquella frase bíblica de que ‘tu mano izquierda no sepa lo que hace tu mano derecha’. Mano izquierda indepe en Vic, mano derecha española y pesetera en Madrid.
Hacer este ejercicio de doble lenguaje en los mismos días que se enterraba la Convergencia Democrática de Cataluña de Jordi Pujol para crear el Partido Demócrata Catalán ha sido una coincidencia desafortunada. ¡Qué le vamos a hacer!
Francesc Homs, cabeza de lista convergente en las elecciones españolas del 20 de diciembre, quiere embolsarse el dinero y las ventajas de tener grupo parlamentario propio y Artur Mas, ex-presidente convergente e impulsor del proceso independentista desde el Palacio de la Generalitat, se ha embolsado el 95% de los votos búlgaros como presidente del nuevo PDC.
Ciertamente, Homs ha sobreactuado innecesariamente negando que los votos de sus diputados han sentado en la Mesa del Congreso a diputados del PP y Ciudadanos. Nadie le ha creído. El propio Mas ha reconocido la travesura de Homs pero la ha tachado de «intrascendente».
Si Homs hubiese pactado que la Fiscalía del Estado no pida prisión por su implicación en la organización de la consulta del 9N quizás sería más trascendente Pero eso seguro que no lo ha hecho. ¿Verdad?
