Con las elecciones del 26-J se cierra un largo periodo de incertidumbre política en el Estado español… y se abre un largo paréntesis de cuatro años dominado nuevamente por la preeminencia del PP, esta vez obligado a negociar y a pactar. Las urnas han reforzado a Mariano Rajoy, esto es irrebatible. Gobernará, según todas las previsiones, con el apoyo de Ciudadanos y la oposición, ‘ma non troppo’, del PSOE.
En Cataluña las cartas también están marcadas. Los malos resultados electorales de CDC este 26-J y la jaula de grillos en que queda subsumido el partido fundado por Jordi Pujol y refundado por Artur Mashacen que suenen campanas electorales. La piedra angular es la moción de confianza al presidente de la Generalitat que se tiene que votar pasadas las vacaciones de verano.
A pesar de los esfuerzos impostados del somatén mediático subvencionado para presentar a Carles Puigdemont como un ‘crack’ de la política mundial, la realidad es que es un buen chico cargado de ilusiones pero que no tiene ningún tipo de sustancia ni de solvencia. ¡Incluso ha perdido las elecciones ante ERC en la ciudad de Girona, de donde era alcalde! Verlo, obediente, junto al rey Felipe VI en el acto de entrega, el pasado viernes, de los premios de la Fundación Princesa de Girona es la prueba fehaciente de su clamorosa fragilidad.
Esquerra Republicana (ERC) tiene la oportunidad histórica de reconquistar la presidencia de la Generalitat, después de una larguísima travesía del desierto. Ahora o nunca. La descomposición de CDC y las enormes debilidades y contradicciones que rodean su proceso de refundación hacen que el old party republicano esté en condiciones de consolidarse como la fuerza nacionalista hegemónica, enterrando los restos del pujolismo y capitalizando las brasas del sentimiento independentista. Para eso hace falta que las elecciones se aceleren, antes de que el catalanismo conservador tenga tiempo de rehacer sus estructuras caciquiles y clientelares en el territorio.
El proyecto de Junts x Sí está en quiebra y el ‘proceso’ ha llegado a un callejón sin salida. Ni DUI ni RUI. Prolongar esta agonía durante un año más es un error estratégico que ERC no se puede permitir. El mapa electoral surgido de las elecciones del 26-J no tiene nada que ver con la correlación de fuerzas que hay en el Parlamento de Cataluña. Por lo tanto, lo más coherente es la disolución anticipada de la cámara y la convocatoria de nuevas elecciones a finales de año.
El vicepresidente de Economía y Finanzas, Oriol Junqueras, ha puesto en marcha la cuenta atrás para acabar con esta comedia de mal gusto. Con la decisión de reactivar el BCN World, un proyecto que provoca la oposición epidérmica y frontal de la CUP, está poniendo en bandeja que los anticapitalistas, de cuyos votos depende, dejen caer al presidente Carles Puigdemont en la próxima moción de confianza. Para hacerlo más evidente, ERC se ha puesto de acuerdo con Convergència para revocar al alcalde cupaire de Monistrol de Calders, Ramon Vancells, hecho que supone una ‘declaración de guerra’ sin tapujos.
El negocio del juego ha acompañado toda la tumultuosa historia de Convergència. La turbia adjudicación de las loterías catalanas a una empresa participada por una misteriosa sociedad instrumental radicada en paraísos fiscales y el caso Casinos de financiación ilegal del partido ya tendrían que haber significado, 35 años atrás, la caída del gobierno de Jordi Pujol. En aquel momento, la complicidad corrupta de CDC con los poderes judicial y mediático lo impidió.
Pero he aquí que la ruleta vuelve a ser determinante en el futuro de Cataluña. En esta ocasión, la ‘jugada’ de Oriol Junqueras de promover la construcción de dos casinos en los terrenos de la Caixa en Vila-seca i Salou implica que la CUP no puede apoyar ni apoyará la moción de confianza que defenderá el presidente Carles Puigdemont. La legislatura de los 18 meses que nos tenía que llevar al umbral de la independencia se ha acabado antes de tiempo. «Rien ne va plus!».
