La cortina de humo

Ya es mala suerte, la de Empar Moliner. Quema una Constitución para calentarse y su performance televisiva pasa casi desapercibida superada por otros acontecimientos más escandalosos. Probablemente, en otro contexto su acto de protesta habría desencadenado las iras de todos los dioses, comenzando por los que se autoproclaman garantes de la Carta Magna hasta límites ridículos mientras ignoran sus artículos comenzando por el de la libertad de expresión. Entiendo perfectamente a Moliner y creo que pensar que el objetivo de su boutade era vender más libros este Sant Jordi es un error. En realidad su intención era denunciar la dura vida de los colaboradores de TV3.

Supongo que no soy la única a quién estos días la sonrisa provocada por el libricidio de la literata Moliner se le ha congelado en los labios. Ha sido una semana tan estresante de noticias protagonizadas por impresentables que los informativos parecían una charcutería: todo eran noticias de chorizos y la mayoría venían de bailar sevillanas en la Feria de Abril. Reconozco que ver a Mario Conde nuevamente detenido acusado de intentar blanquear con la complicidad de sus hijos el capital que robó de Banesto me ha provocado un placer indescriptible y me ha confirmado que los ladrones con gomina y traje de Armani no se hacen sino que ya vienen defectuosos de fábrica.

También he aplaudido el esperpéntico show protagonizado por el patético exministro José Manuel Soria, pillado por los Papeles de Panamá. El doble canario de Aznar no sólo pasará a la historia por haber tenido negocios en paraísos fiscales mientras se dedicaba a la política, sino sobre todo por haber sido un mentiroso compulsivo. Suerte que en un episodio de clarividencia inusitado, Rajoy no sólo lo ha hecho dimitir sino que lo ha borrado de su memoria como si nunca hubiese existido. Quiero pensar que esta desmemoria mariana no es fruto de un Alzheimer incipiente ni de una treta electoral, sino de la inteligencia innata de un líder que se sabe insubstituible, pero no las tengo todas.

No las tengo todas, decidme mal pensada, porque no puedo evitar pensar que todo este vodevil es en realidad una cortina de humo. ¿No os resulta sospechoso que el doble de Aznar monte todo este pollo justo en el momento que ha trascendido que el doble de Soria también ha defraudado a Hacienda? Si es grave que un ministro haga negocios en paraísos fiscales y que lo niegue a los periodistas hasta la náusea a pesar de las pruebas, todavía es más grave que un expresidente del gobierno español y exinspector de Hacienda recorra a la ingeniería fiscal para pagar menos impuestos y nadie diga ni pío.

Utilizar la sociedad Famaztella para tributar las actividades profesionales de la familia Aznar Botella a través del impuesto de sociedades (un 25%) en lugar del IRPF (un 50%) no sólo se tendría que castigar con la multa de 70.000 euros y la declaración complementaria de 200.000 que les ha impuesto el amigo Montoro. Como pasó con Jordi Pujol, José Mari y sus abdominales de Ironman tendrían que sufrir un castigo ejemplar y ser desposeídos de todos sus títulos, sueldos a cargo del erario público y otras responsabilidades más vergonzantes como la dirección honorífica del PP y de la FAES.

Todavía digiriendo la detención de los dirigentes del sindicato Manos Sucias y de Ausbanc por presunta extorsión, no me acabo de creer que el nombre de Aznar no aparezca en los Papeles de Panamá. Sin embargo, después de unos cuantos eructos con sabor a chorizo pienso que el mundo está lleno de paraísos fiscales y de despachos de abogados en el punto de mira de hackers justicieros, y me quedo mucho más tranquila. Ahora sólo me queda quemar unas cuántas constituciones para acabarme de relajar.

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