Colectivo Koiné: ¿Cómo está lo mío?

Lo primero que me ha venido a la cabeza cuando he sabido que se había presentado un Manifiesto impulsado por el grupo de sociolingüistas Koiné para que el catalán sea la única lengua oficial de una Cataluña independiente es que barrían para su casa. Siempre me ha sorprendido que algunos correctores de catalán o profesores de filología catalana que conozco fueran críticos con el nacionalismo autóctono, ahora transformado en independentismo.

Quizás confío poco en la especie humana, pero todo el mundo suele defender el espacio territorial y laboral que le toca más de cerca. Los trabajadores de las fábricas de armamento o de las cementeras que contaminan fruncen el ceño cuando los pacifistas o los ecologistas proponen que se cierren esas empresas.

Los lingüistas catalanes viven de la lengua catalana. Si realmente desapareciera, como algunos vaticinan desde hace tiempo, desaparecería también su trabajo. Por eso, me parece normal que la defiendan a muerte. Y, por tanto, que quieran elevar su rango a única lengua oficial de Cataluña.

Esta propuesta se podría plantear y discutir sin necesidad de que Cataluña proclame su independencia, como reclaman los firmantes del Manifiesto «Por un verdadero proceso de normalización lingüística en la Cataluña independiente».

Mucha gente intuye que la voluntad de que el castellano deje de ser lengua oficial en Cataluña es compartida por buena parte de los representantes políticos actuales del independentismo catalán. Pero, inmersos como están en atraer voluntades y votos a su causa entre la comunidad castellano-hablante o con origen o vínculos familiares con España, este Manifiesto les llega en mal momento.

Soy de los que creen que las lenguas deberían servir para que nos entendiéramos mejor entre todos. Me encanta el inglés porque no tiene acentos y el argentino, el francés y el italiano porque son lenguas que se hablan cantando. La alemana y las lenguas nórdicas, ya os lo debéis imaginar, me parecen retorcidas. Si el esperanto hubiera tenido éxito quizás habría menos violencia y guerras en el mundo.

Confío en que el sistema de traducción simultánea con las gafas de Google u otros métodos tecnológicos faciliten el diálogo y la comprensión entre personas que hablan idiomas diferentes.

Cuando he visto el listado de lingüistas y firmantes del Manifiesto he buscado entre ellos a un amigo profesor de Filología Catalana en la Universidad de Barcelona. Es una eminencia. No estaba.

Seguro que muchos de sus compañeros del departamento le pondrán mala cara estos días.

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