¡Y aún suerte que estamos creciendo!

La realidad que me encuentro en mi entorno contrasta con las informaciones que nos aseguran que la economía va bien, que la crisis ya está superada. Nos dicen que se venden más casas y coches, que el paro se va recortando, que el Producto Interior Bruto crece más que en casi todos los demás países europeos.

Y, en cambio, los contenedores de delante de mi casa son visitados por decenas de personas cada día en busca de cualquier desecho que se pueda reutilizar o convertir en dinero. Las carretillas de supermercado llenas de chatarra, papeles o utensilios varios empujados por hombres y mujeres que viven de venderlos ya forman parte de nuestro panorama cotidiano. Es difícil caminar por el centro y por algunos barrios de Barcelona y muchas otras ciudades sin encontrarse con gente que pide dinero, tumbados en el suelo delante de un supermercado o cualquier tienda. Cientos de personas duermen en nuestros portales. Los más afortunados lo pueden hacer en las oficinas bancarias que dejan abiertos sus cajeros automáticos por la noche.

Pocos de mis alumnos de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona pueden combinar sus estudios con trabajos remunerados. Y la gran mayoría de los que tienen empleo lo encuentran en sectores alejados del periodismo. Más de 3,7 millones de parados no reciben ningún subsidio.

La precariedad, la angustia, la incertidumbre por cómo resolver el presente y plantear el futuro se han instalado en nuestra sociedad.

Si estamos así y nos dicen que ahora vamos bien, ¿cómo estaríamos si fuéramos mal?

Hay que adoptar medidas valientes y arriesgadas para devolver la sonrisa a nuestra ciudadanía. En los convoyes del metro los únicos que parecen estar contentos con su vida son los turistas que nos visitan.

Una Renta Garantizada de Ciudadanía podría devolver esa sonrisa y esa paz a la gente que ahora vive entristecida y abrumada. No hay que esperar a la independencia para ponerla en marcha, como afirma la consejera de turno. Entre otras razones porque esta receta no sólo se debe aplicar en Cataluña sino también en España y el conjunto de Europa.

¡No penséis que los alemanes rían mucho más que nosotros!

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