Ministro de Asuntos Planetarios

Creo que el presidente Puigdemont se equivoca cuando cree que podrá combatir la chulería española con doble dosis de chulería catalana. Quiero pensar que cuando advierte al holograma de Mariano Rajoy que la consejería del minister Raül Romeva no se toca por mucho que los populares recurran a sus amigos del Tribunal Constitucional, lo hace por desconocimiento de la mala baba del contrincante y no por la típica fanfarronada del gerundense que ha perdido el oremus definitivamente por culpa de la tramontana y de los bocadillos de butifarra y colesterol.

Tengo la sensación que Puigdemont todavía no ha entendido que la suspensión del Constitucional de los Asuntos Exteriores catalanes no viene tanto del nombre –que también- como por quién lo encabeza. ¿Alguien recuerda a un ministro de Exteriores español guapo? Yo no. De calvos, unos cuantos y de mujeres, dos, pero atractivo con este look tan pijoprogre de Sant Cugat y con este acento inglés tan perfecto que hasta yo lo entiendo, ninguno. Y ya sabemos que la envidia es muy mala consejera. Ver que un catalán nacido en Madrid habla mejor el inglés que un ministro madrileño de ilustre apellido compuesto y pariente de un militar protagonista del desastre de Annual debe de ser insoportable.

Propongo a Puigdemont y a su cabellera un cambio de nombre de consejería partiendo de la base que el nombre no hace la cosa. Si rebautizamos a Romeva como ministro de Asuntos Planetarios estoy convencida que el gobierno español no podrá interponer ningún recurso más ante el Constitucional por copia de la idea ni invasión de competencias. Además de ser más original y evitar conflictos con la justicia española, el nombre significa que los catalanes sabemos que no estamos solos en el universo y que, como buena tierra de acogida que somos, trataremos con afecto y consideración a todos los emigrantes que vengan de Siria o de Marte sean independentistas o no.

Tampoco entiendo por qué tantos aspavientos de los unos y de los otros por una consejería de exteriores más o menos. No sé si el PP se ha dado cuenta de que los catalanes, siempre tan espabilados, tenemos tres organismos de Asuntos Planetarios si dejamos de lado el imprescindible programa televisivo de Mikimoto: la consejería de Romeva y sus amigos de aventuras europeas, el Diplocat del president Junqueras y la Secretaria de Exteriores. En ésta última, adscrita a Presidencia y controlada por CDC, trabaja la Francesca Guardiola, conocida más por su gran experiencia diplomática que por ser hermana de Pep Guardiola y compañera sentimental del convergente Ramon Camp.

Durante años hemos visto cómo el gobierno de Artur Mas ha recortado en Salud, Servicios Sociales y Educación explicando que el dinero no llegaba para todo, pero resulta que ahora tenemos de sobra para mantener tres organismos diplomáticos paralelos cuya finalidad básica es funcionar como oficinas de colocación de los acólitos respectivos. La maliciosa crítica la hago observando los pésimos resultados obtenidos hasta ahora de su intensa acción en el extranjero –supuestamente coordinada- para explicar la causa independentista.

Gracias al trabajo hecho por nuestra experta diplomacia de carnet, los catalanes no sólo no tenemos apoyos de casi nadie, sino que todo el mundo dice que nuestra causa soberanista es un asunto interno español y que si nos divorciamos de Madrid nos quedaremos fuera de la Unión Europea. Por cierto, esto último tampoco debe de ser tan malo cuando los británicos también se quieren ir.

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