Un poco de comunismo no nos iría mal

El circo Raluy, como otros circos, es una amalgama de nacionalidades. El pasado sábado, uno de sus empleados, búlgaro, me comentaba el recuerdo que tenía del pasado comunista –socialista dijo él- de su país. Añora que los trabajadores eran tratados como personas, que tenían la vivienda garantizada y la escuela y la sanidad gratuitas. Que si un trabajador se lesionaba o estaba enfermo no volvía al trabajo hasta que no se encontraba en perfectas condiciones. La parte negativa de aquella Bulgaria era que no se podía criticar al gobierno. ¡Que era una dictadura, vaya!

Aquí tenemos el Instituto Catalán de Evaluaciones Médicas (ICAM), que trata a los trabajadores enfermos o con lesiones invalidantes como si fuesen presuntos delincuentes, más pendientes de simular enfermedades o exagerar los síntomas que de trabajar para ganarse el sueldo que les correspondería. El trato vejatorio que sufren algunos ciudadanos que se visitan en el ICAM y la sensación que tienen de ser tratados como malhechores han provocado la creación de una plataforma de perjudicados por las actuaciones de este centro dependiente de la consejería de Salud.

Natividad López acampó frente a la sede del ICAM para denunciar que le denegaban injustamente la invalidez total. Le hicieron creer que le resolverían la reclamación para que abandonara la acampada y hace unos días le llegó el alta médica. No sólo la engañaron sino que este martes 16 de febrero tendrá que comparecer en un juicio porque el ICAM la acusa de desperfectos en la puerta del recinto.

En Bulgaria, durante el comunismo, los trabajadores eran tratados como personas pero no podían criticar al gobierno.

En Cataluña, durante el capitalismo neoliberal, los trabajadores son tratados como robots, medio esclavos, a los que se les rebaja el sueldo si están demasiados días enfermos, pero pueden criticar al gobierno.

Le he comentado a mi nuevo amigo búlgaro que estaría bien un mundo donde los trabajadores sean tratados como seres humanos y que, además, puedan expresarse con libertad.

A sus 53 años, me ha dicho que no cree que lo llegue a ver.

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