Lo tuvieron al alcance de la mano

El 30 de octubre de 1995, la provincia canadiense de Quebec organizó un referéndum donde pidió a sus ciudadanos si eran partidarios de separarse del conjunto del Estado. Era el segundo referéndum de estas características que se convocaba. En el anterior, celebrado quince años antes, los adversarios a la segregación se habían impuesto con casi un 60% de los votos. En 1995, sin embargo, el NO ganó por un ajustadísimo 50,6%. Sólo 54.000 votos de diferencia sobre el SI, con una participación del 93,52% sobre un censo algo superior a los cinco millones de personas.

Lo tuvieron al alcance de la mano. Han pasado 20 años y Quebec sigue siendo una provincia de Canadá.

Cataluña ha vivido (aún vive) una situación comparable. No igual, ni mucho menos. Pero con algunos puntos similares.

Parte de su clase política decidió poner en marcha un proceso de independencia sin contar con la celebración de un referéndum al que se ha opuesto frontalmente el gobierno español. Convocó unas elecciones a las que llamó ‘plebiscitarias’ y la candidatura que representaba esta opción obtuvo 62 de los 135 diputados del Parlament. Una cantidad insuficiente para imponer su criterio. Pero había otra candidatura también independentista que obtuvo 10 diputados, suficientes para decantar la mayoría a favor de la segregación. El problema era que esta candidatura era ideológicamente antitética con la ‘oficialista’.

El candidato a presidir el proceso independentista anunció que estaría dispuesto a apartarse si él era el obstáculo para alcanzar el objetivo final. La formación que tenía 10 diputados le ha dado muchas vueltas y ha acabado diciendo que está dispuesto a tragarse el sapo de la diferencia ideológica y que votaría como presidente a un candidato que no sea el que ha dirigido hasta ahora el proceso, muy marcado por un pasado político contradictorio con sus principios fundamentales.

Este candidato, sin embargo, dice, ahora, que o él o nadie.

La ilusión de todos los que creyeron en su palabra se ha desvanecido. Algunos, no pocos y de forma dialécticamente muy violenta, desvían su frustración hacia la formación que ha sido fiel a sus promesas pre-electorales.

«Lo teníamos al alcance de la mano», lamentan.

No queda claro exactamente qué es lo que estaban a punto de alcanzar, pero si lo quieren aclarar, lo mejor que pueden hacer es manifestarse en la plaza de Sant Jaume pidiendo al candidato terco que baje del pedestal y ceda el paso a una persona que suscite el consenso suficiente.

Cuesta mucho comprender porqué no lo hace.

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