No a la guerra, otra vez

La campaña de las elecciones generales está al caer y todavía seguimos sin saber si España se apuntará finalmente a la cruzada contra el demonio yihadista. François Hollande, ahora transformado en un nuevo Napoleón para desmantelar los argumentos de la derecha sarkoziana-lepenista, sigue reclamando a un silencioso Mariano Rajoy que se implique en una nueva guerra santa. Como si no hubiésemos tenido suficiente con las batallitas de Bush y sus amiguetes para dejarles claro que estamos cansados de tantas guerras.

El discurso belicista de estas semanas del presidente francés ha borrado de golpe lo poco de socialista que le pudiese quedar debajo de las uñas. «Francia hará todo lo posible por destruir al ejército fanático que ha cometido estos crímenes», decía el viernes pasado en el acto de Estado en memoria de las 130 víctimas de los atentados del fatídico viernes 13 de noviembre celebrado en los Invalides. Y mientras con una mano se limpiaba las lágrimas por la muerte de compatriotas con la otra mantenía el estado de emergencia y recortaba a los franceses libertades incluidas en la Convención Europea de los Derechos Humanos.

No siempre se acaba la rabia matando al perro y tanto Hollande como Rajoy lo saben. La destrucción de Irak, Libia o Afganistán en nombre de la democracia occidental no ha hecho más que alimentar al monstruo que hoy campa libremente por el sur y el levante mediterráneo, y amenaza el corazón de Europa. A los desmemoriados que apuestan por una respuesta a la israelí yo les recuerdo la vergüenza de Kunduz. El pasado 3 de octubre un avión AC-130 del ejército norteamericano bombardeaba de madrugada un hospital de Médicos Sin Fronteras matando a 30 personas e hiriendo a 37 más. Pensaban que todos eran talibanes.

Según explica la ONG en su último boletín informativo, el bombardeo sistemático duró una hora con intervalos de 15 minutos. Destruyó la sala de cuidados intensivos, la unidad de urgencias y la sala de fisioterapia, y ha dejado sin atención médica especializada a más de 300.000 personas en una zona al norte del país fronteriza con Tayikistán muy castigada por la guerra y los talibanes. En el momento del ataque, en el hospital había 185 personas entre enfermos y personal sanitario. Efectos colaterales de una guerra fabricada en despachos oficiales.

Que ahora la administración Obama suspenda a tres militares por el error cometido no satisface ni a la ONG ni a mí. Médicos Sin Fronteras reclama que sea la Comisión Internacional Humanitaria de Encuesta (CIHE) la que investigue el ataque porque se violó intencionadamente el Derecho Internacional Humanitario que regula los conflictos armados e intenta proteger a la población civil. Según MSF, Estados Unidos habría conculcado los Convenios de Ginebra firmados después de la II Guerra Mundial por haber atacado adrede personal que participaba en acciones de auxilio.

Se acercan las elecciones que acabarán con el reinado a golpe de decreto de Rajoy y los partidos españoles se debaten entre si posicionarse a favor o en contra del bombardeo a Siria que quiere el vengativo Hollande. La mayoría de los políticos empezando por el mismo PP desearía que la incómoda decisión se aplazase hasta el 21-D para no perder votos. Son conscientes de que buena parte del electorado todavía recuerda con rabia la foto de Aznar con Bush y Blair en las Azores, y el horror de los atentados de Madrid del 11 de marzo de 2004. La mejor vacuna contra tanta estulticia es una sociedad con memoria. Gritemos no a la guerra las veces que haga falta.

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