El porqué de todo

Para entender la política catalana hay que retener siempre y en cada momento un dato clave: la imputación de la familia Pujol por corrupción masiva y la condición subordinada de Artur Mas a este clan. Sin esta dependencia absoluta de Artur Mas a los designios de Jordi Pujol no se explica la independencia.

Jordi Pujol tiene clara cuál es la línea roja. Bajo ningún concepto, Artur Mas puede dejar de ser presidente de la Generalitat. Este es el único as que tiene en la mano para intentar aquello que, ahora mismo, parece y es imposible: conseguir un pacto de Estado in extremis para que se pare y se entierre la persecución judicial y policial contra el «patriarca» y su familia, tal como pasó con Banca Catalana.

Esto explica la maniobra de crear Junts pel Sí y las concesiones sin freno que se hacen a la CUP desde el Palau de la Generalitat a cambio de la investidura de Artur Mas. Al precio que sea. La situación judicial del clan Pujol es tan desesperada que les importa un pepino el futuro de Convergència Democràtica y de Catalunya. Buscan salvarse de este ahogo y por eso es imprescindible que Artur Mas continúe en la cúpula del poder institucional, aunque sea como un «florero». Ya habrá tiempo más adelante –piensan- para reconducir esta disfunción.

Yo tengo una larga experiencia como periodista de investigación de los chanchullos del pujolismo. Pero tengo que decir que, después de que la Audiencia Nacional ha conseguido reventar el misterio de las cuentas andorranas de la familia Pujol, la realidad supera todo aquello que habría podido llegar a imaginar. Lo digo con conocimiento de causa: estamos ante el caso de corrupción más grande y más escandaloso que se ha visto en Europa desde el final de la II Guerra Mundial.

Ya no son sólo las montañas de dinero, de origen ilícito, que se movieron a través de las cuentas andorranas de los miembros de esta familia durante los últimos 30 años. Por lo que se está descubriendo, a partir de la documentación entregada por las autoridades judiciales andorranas, Jordi Pujol Ferrusola construyó, en paralelo, una sofisticada red internacional de evasión y blanqueo de dinero negro que puso al servicio de la gran delincuencia organizada. Esta es la traca final del caso Pujol que, como es obvio, comportará durísimas penas de prisión para todos los implicados.

Esto ya no va sólo de «mordidas» y de comisiones por la adjudicación de contratos públicos de la Generalitat y de los ayuntamientos convergentes. Estamos hablando de una dimensión estratosférica que conecta con el crimen internacional. Por eso el departamento del Tesoro de los Estados Unidos dio órdenes de desguazar la Banca Privada d’Andorra (BPA), la plataforma desde la cual operaban los Pujol después de que el Andbank se asustara ante la magnitud del dinero que manejaban.

Me sabe mal decirlo, pero Oriol Junqueras, Raül Romeva, Carme Forcadell, Muriel Casals, Lluís Llach…, son los cómplices necesarios –aunque ellos no sean conscientes- de esta burda y monstruosa maniobra que intenta utilizar el espantajo de la bandera «estelada» para negociar la liquidación del sueño independentista a cambio del archivo de las diligencias judiciales emprendidas contra esta trama colosal de evasión fiscal y blanqueo de dinero que tiene el epicentro en el hijo mayor del ex presidente de la Generalitat.

Ni UDEF, ni CNI, ni Guardia Civil. El dossier Pujol- Andorra está en manos del FBI, la DEA y la CIA. Es tan gordo lo que ha pasado durante estos últimos 30 años que la única «salida» del clan es dar una patada a la mesa del tablero político español, europeo e internacional con la proclamación unilateral de la independencia de Catalunya… y que sea lo que Dios quiera.

Yo creo que algunos dirigentes de la CUP saben o intuyen todo esto y se resisten, con uñas y dientes, a caer en la trampa que les están tejiendo Artur Mas-Jordi Pujol, con la colaboración entusiasta del «somatén mediático» y de la legión de estómagos agradecidos que se alimentan del presupuesto público. Proyectar el proceso independentista con Artur Mas en la presidencia de la Generalitat es un error gravísimo y descomunal que embarrará, por los siglos de los siglos, los legítimos anhelos soberanistas de una parte de la sociedad catalana.

Salir del callejón sin salida institucional presente es muy fácil: sólo hace falta que Junts pel Sí acepte designar otro candidato que no sea Artur Mas y lo consensúe con la CUP. Pero, de manera absolutamente incomprensible e infantil, los actuales dirigentes de ERC, la ANC y Òmnium Cultural están abducidos por la palabrería de Artur Mas. Sólo sería preciso que entendieran que Artur Mas es un loro que está hablando, en todo momento, por boca de Jordi Pujol para que cambiaran su percepción del papel que están jugando en esta partida. Son los tontos útiles al servicio de una mafia que las ha hecho de muy gordas y que está asediada, no por «Madrid»: ¡por el de departamento del Tesoro de Estados Unidos!

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