En esta carrera de superación de pantallas en las que están inmersos los partidarios de que Catalunya se proclame un estado independiente estamos a punto de dejar atrás la del liderazgo de Artur Mas. Tan felizmente como han ido dado por superadas pantallas anteriores, los independentistas filo-convergentes se resisten a reconocer lo que es evidente.
Mas se ha quedado por el camino, como un Windows anticuado. También es mala suerte que un simple diputado haya puesto fin a su carrera política, pero así son las cosas en el sistema con el que funcionamos. Cada segundo, cada minuto, cada hora, cada día que pasa sin que lo reconozca transcurre en contra de los intereses de los independentistas.
Empeñarse en presentar su candidatura a una investidura que no conseguirá es absurdo. Si de verdad quiere que Catalunya sea independiente lo que debería hacer es buscar un candidato que reciba el apoyo necesario para ser elegido presidente y dejar de hacer concesiones a las CUP, actitud que todo el mundo entiende como un esfuerzo desesperado por salvar su futuro personal.
¿Quién debe protagonizar la nueva pantalla? ¿Quien deberá pelear con un Mariano Rajoy encantado de que el contencioso se agrave lo más posible en plena campaña electoral española? ¿Raül Romeva? ¿Muriel Casals? ¿Neus Munté? Cualquiera de los tres -cuatro, si añadimos a Oriol Junqueras- será una opción mejor que Mas. Rajoy no quiere su cabeza. Quiere que continúe el rifirrafe y que la presión independentista no afloje en los próximos días y semanas. Quiere poner nuevos recursos al Tribunal Constitucional y jactarse de que mientras él sea presidente Cataluña nunca será independiente.
Ahora lo deseable sería que también pudiésemos dejar atrás la pantalla Rajoy. Bueno para los independentistas y bueno para los que no lo son. Si Mas anunciara que se retira de la carrera haría un gran favor a unos y a otros. El 20 de diciembre queda aún demasiado lejos.
