Quién pasa hambre es porque no coopera

La Red de Alimentos de Manresa revierte el sistema caritativo de recogida de comida
Un jove de la Xarxa recull menjar d'una parada de mercat
Un jove de la Xarxa recull menjar d'una parada de mercat

Martes, a las 13.30h, un grupo de ocho personas, la mayoría estudiantes que rondan la veintena de edad, se encuentran al inicio del mercado del barrio de la Fuente de los Capellanes de Manresa. La primera parada ya los espera, y les tiene preparada una caja con frutas. «¿Necesitáis algo?», pregunta uno de los jóvenes. «No, gracias, os podéis llevar el género. Hasta la semana próxima». Un chico coge la caja y sigue su camino calle abajo, hasta otra parada.

«Aquí ya toca arremangar-se», augura el joven ante otra parada. Son las 14h, y los vendedores ambulantes empiezan a amontonar frutas y verduras en cajas. El grupo se reparte: dos personas por parada. El trabajo es sencillo y rápido: en una hora han preparado las cajas, han limpiado y plegado las mesas y han recogido el tinglado. A cambio, los paradistas les reservan el género que, por aspecto, ya no podrán vender al día siguiente en otro mercado.

«Está muy bien. No todos los paradistas lo hacemos. Son frutas que tienen una pequeña tara y ellos las pueden reutilizar. Casi toda la gente compra por la vista, y si ven que en una caja hay una fruta con un punto negro, ya no la quieren. Estos jóvenes nos ayudan a recoger. Lo hacen muy bien y no tenemos queja de nada. En pocos mercados se hace esto. Nosotros somos del maresme y allá no se hace nada parecido», explica Diego, un vendedor.

El grupo es la Red de Alimentos de Manresa, una proyecto inspirado en otro similar que se lleva a cabo en el Banco expropiado de Gràcia, en Barcelona, y que tiene el objetivo de recoger comida que difícilmente se comercializará, para reciclarla y repartirla.

La diferencia principal entre esta iniciativa y Càritas o los bancos de alimentos es que aquí se cubre una necesidad de una forma autogestionada y sin depender de la caridad. «Aquí consideramos que la gente se puede ganar los alimentos que necesita para vivir por sí misma y sin depender de la caridad otros», explican.

También hay una parte política: «Es un hecho estructural del capitalismo. Generan una sobreproducción de alimentos y si les interesa que aumenten los precios, pues prefieren tirarlos a la basura aunque haya gente que se esté muriendo de hambre. Nosotros buscamos cuestionar un poco todo el modelo. Existe una agricultura intensiva que está destrozando el territorio para producir un 80% de excedentes. Esto es una aberración», exponen.

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