1. de mayo. Un sindicalismo para el presente.

Llega otro 1 de Mayo. Uno tiene la sensación de que, como otras fechas señaladas, es un día que salimos a la calle porque toca. La manifestación. Los eslóganes. Las banderas. En algunos casos, sacarse la americana para parecer más sindicalista. En otros, seguir recordando que cada día es 1 de Mayo, quizás más como una voluntad que una realidad de las luchas en las empresas. Año tras año, haciendo historia.

En mi opinión, no nos podemos permitir el lujo de hacer del sindicalismo historia. La historia la cerramos en libros, que ocupan lugares en estanterías y bibliotecas, en los recuerdos y en la nostalgia. La gran mayoría de la población, la clase trabajadora, activa o no, con o sin trabajo, necesitamos que el sindicalismo no quede reducido a la historia. Lo requerimos vivo, activo y actual. Nos va la vida, el poder ser personas y no sólo fuerza de trabajo, o plantilla, o personal, o una cifra más en el registro de parados/dic. Y este es el reto que tenemos este 1 de mayo, como hemos tenido a lo largo del mes de abril y tendremos el próximo junio.

Para hacer que el sindicalismo continúe estando presente y, por lo tanto, siendo una puerta del futuro, tenemos que saber ir más allá de algunas afirmaciones que a menudo acabamos repitiendo como un tópico. La primera es que dentro de la precariedad no hay sindicalismo posible, que es una manera fina de decir «como soy precario/a, no me puedo defender en el trabajo». La huelga de las subcontratas de Movistar estos días ha echado por tierra esta afirmación. La segunda es más bien una práctica. Diría que los diferentes sindicatos (me refiero a aquellos que huyen de la concertación diaria que, para mí, acaban siendo más bien gestorías) hemos caído en la tendencia de ver la acción sindical como la manera de gestionar un determinado marco legal. ¿Qué recurso legal puedo utilizar si me modifican la jornada laboral? ¿El empresario puede hacerme trabajar unos cuántos meses al año en tareas sobre la calificación de mi contrato? ¿Si me echan, puedo aspirar a que consideren mi despido nulo? ¿Me pueden obligar a cambiar de centro de trabajo, podemos rechazar esta movilidad impuesta? ¿Podemos impugnar las horas extras? ¿Cómo negociamos un convenio denunciado?, etc. En relación a cuestiones como estas hacemos formaciones, editamos materiales, contratamos o nos dotamos de servicios jurídicos, analizamos cambios legislativos y lo transmitimos todo ello al conjunto de la organización y a los centros de trabajo. En algunos casos esta rutina nos absorbe con fuerza. Y caemos en una acción sindical asimilada en gran medida a una acción legal.

Este 1 de Mayo es una buena oportunidad para recordar que la acción sindical es, y tiene que ser, acción colectiva. Solidaridad, apoyo mutuo, co-participación, implicación. La acción sindical es el empujón que nos hace ser y sentirnos compañeras y compañeros, y usarla de manera consciente. Pensando como podemos canalizar nuestra fuerza colectiva. Dentro de una empresa, preparando una huelga, un plante, una asamblea… Afuera, socializando el conflicto, buscando complicidades dentro del propio sindicato y en el tejido militante, en los movimientos sociales del barrio o pueblo. En definitiva, la acción sindical implica construir una fuerza que sea capaz de imponer los intereses de la mayoría a los intereses privados de los empresarios, en definitiva, de una ínfima minoría de la población. En la historia del sindicalismo catalán e ibérico tenemos buenos referentes de acción sindical como acción colectiva. Desde la mítica huelga de La Canadiense, hasta las luchas de Roca, del Puerto de Barcelona o de las gasolineras de los últimos 1970’s y primeros 1980’s. Y esto por no mencionar algunas mucho más recientes. La primera necesidad para recuperar esta manera activa de hacer acción sindical es distinguirla claramente de la acción legal. Son cosas diferentes, que en el camino pueden confluir en algunos momentos y alejarnos en otros. Cuándo y cómo lo hacen es, en todo caso, una decisión nuestra.

Y vuelvo a la precariedad laboral y el sindicalismo. Sólo una acción sindical que rehuya la camisa de fuerza de las instituciones y de las relaciones laborales podrá tener sentido y ser útil en un mercado de trabajo cada vez más desregulado. ¿Qué utilidad pueden tener las elecciones sindicales cada 4 años a personas que están en un trabajo durante unas semanas o meses? O, ¿Cómo podemos hacer una acción colectiva en un centro de trabajo de pocas personas sin recurrir a la solidaridad y apoyo externo, sindical o de movimientos social? Resolver estas limitaciones implica pensar un sindicalismo a partir de nosotros mismos, de nuestras situaciones y de nuestros intereses. Y no del cuadro que nos marca la legislación, el convenio o el NIF de quien nos paga. A principios del s. XX el sindicalismo lo expresó claramente con la combinación de la autogestión, el apoyo mutuo y la acción directa. Todos juntos, conceptos muy actuales.

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