La estafa inteligente de la Barcelona de Trias

El espejismo de la Smart City esconde un fabuloso negocio para las empresas tecnológicas
xavier trias
xavier trias

El actual alcalde de Barcelona, Xavier Trias, nos cuela una narración de la Smart City (Ciudad Inteligente) como un compendio de virtudes, sin explicar, claro, que tras este espejismo palpita un lucrativo negocio y unos efectos colaterales que ponen los pelos de punta.

«Barcelona imagina la ciudad que quiere llegar a ser de mayor…» (¿de mayor?), proclama sin vergüenza la web del Ayuntamiento (smartcity.bcn.cat/es) dedicada al tema. ¿Por qué inteligente? ¿Qué o quién ha decidido este epíteto? ¿Hay acaso ciudades «tontas»?

«No existen ‘ciudades inteligentes’, ni ‘edificios inteligentes’. A quienes hay que exigir inteligencia es a los planificadores, responsables políticos y gestores de la ciudad», afirma rotundo Eduardo Mangada, padre del planeamiento urbanístico del Madrid de Enrique Tierno Galván.

Un gran pastel
Sin ir más lejos, Wikipedia -que califica el término de «emergente» y, en consecuencia, sujeto a constante revisión- define la Smart City como un concepto de marketing (!). Eso sí, teóricamente adornado con atributos como promover una calidad de vida elevada, el desarrollo económico-ambiental duradero y sostenible, la gobernanza participativa, la gestión prudente y reflexiva de los recursos naturales… que, en muchos casos, como es el de la Barcelona de Trias, se limitan a la tecnología y al negocio puro y duro con los datos.

Según el director de globalización de la multinacional Cisco Systems, Wim Elfrink, el volumen de negocio vinculado al desarrollo de las Smart Cities podría alcanzar los 1,2 billones de dólares en los próximos diez años. Un pastel que, mayoritariamente, se reparten corporaciones transnacionales cómo IBM, Schneider Electric, Microsoft o Cisco que, en solitario o de manera concertada, operan como integradores, operadores de red, vendedores de productos y proveedores de servicios gestionados.

La «Internet de las cosas» será el mercado más grande de dispositivos del mundo. Se estima que en 2019 tendrá más del doble del tamaño de los mercados combinados de los teléfonos inteligentes, PC, tablet, vehículos conectados y dispositivos complementarios.

Esta idea de «ciudad inteligente» se fundamenta en una banda ancha inalámbrica que llega a todas partes y en la incorporación de sensores computerizados en el tejido urbano. En esta «ciudad inteligente», la que propone Xavier Trias para Barcelona, ¿qué papel tiene el ciudadano? ¿El de un individuo que aporta voluntaria y desinteresadamente información a una base de datos urbanos rentabilizada por empresas privadas? ¿Se lo verá como un píxel que se desplaza de casa al trabajo y a las tiendas y de vuelta a casa otra vez ante una pantalla de gráficos 3D a todo color?, se pregunta Euroresidentes.

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