La Assemblea Nacional Catalana y Òmnium Cultural aún no han explicado a sus seguidores porqué se tragaron sus exigencias de que hubiera elecciones «plebiscitarias» inmediatamente después de la consulta del 9 de noviembre. Después de hacer grandes aspavientos y exigencias en la plaza de Catalunya, Carme Forcadell y Muriel Casals dieron por buena la propuesta del presidente de la Generalitat, Artur Mas, de no celebrar elecciones anunciando que se harían casi un año después, el 27 de septiembre.
Once meses en los que el presidente, sus consejeros y todos los que se benefician de la campaña pro-independencia seguirán cobrando puntualmente sus sueldos y subvenciones mientras los recortes en todos los ámbitos sociales se mantendrán o agravarán. El paraíso del país perfecto ha quedado pospuesto un montón de meses.
No es que el soufflé independentista haya bajado. Es que los que lo calentaban han salido de la cocina y están en el comedor viendo la tele, comentando la jugada, esperando a ver cómo pintan las elecciones municipales del próximo 24 de mayo. Las prisas se han desvanecido.
No es extraño que, visto lo visto, Oriol Junqueras tenga serias dudas de que el 27 de septiembre haya elecciones al Parlamento de Catalunya. Plebiscitarias o normalitas. Se le escapó en una entrevista informal en la radio de su pueblo, Sant Vicenç dels Horts. Así, en confianza, confesó que no se fiaba de que Mas acabe convocándolas.
Si no han precisado de demasiados argumentos para congelar un año «el proceso», ¿por qué debe creer Junqueras que Artur Mas no estará tentado de vivir un año más del momio? Así, podrá cumplir los sesenta años en el Palau de la Generalitat y ceder el testigo a quien corresponda.
Atención, pues, al resultado de las elecciones del 24 de mayo. Según como, en septiembre tendremos Diada y Fiestas de la Mercè, pero igual, en vez de plebiscitarias, Artur Mas nos hace otro movimiento de cadera y tenemos «pelviscitarias». Es decir, no tenemos elecciones.
