El terremoto generado por una votación diferenciada de los miembros de Convergència y de Unió al Congreso de los Diputados no se acaba con el intercambio de recados de las últimas horas.
La fase previa al divorcio ya se escenifica en el ámbito local en la configuración de las listas y, en cuanto a las cúpulas, Josep Antoni Llevarán y Lleida se considera desautorizado.
Drama y táctica
Agustí Colomines, expresidente de la Fundación CatDem, cercana a Convergència, daba por acabada este jueves la etapa de Duran al frente de CiU en Madrid en el programa La Rambla de BTV: «todo el mundo sabe que no será el próximo candidato de CiU a las españolas, es imposible, si no es un suicidio para CDC, no sé si él tiene intenciones de presentarse».
El propio Colomines considera que Duran ha dramatizado y exagerado su reacción y que es un dirigente más de pasado que de presente o futuro que no representa «el mainstream» de la federación.
Por su parte, el portavoz parlamentario de CiU, Jordi Turull, ha apostado, en la línea expresada por CDC, por «desdramatitzar», y el diputado de CDC Pere Macias ha descartado a El Matí de Catalunya Ràdio que haya crisis alguna que encamine a CiU a la ruptura y ha explicado que la votación separada que ha originado la polémica era «una diferencia simplemente táctica» i que hubo un malentendido.
Pero la situación de la federación a estas alturas, con Unió indignada con Convergència, se encuentra muy deteriorada y en un año tan electoral como este 2015 es muy difícilmente reconstituïble.
Josep Sánchez-Llibre, mano derecha de Duran en Madrid y diputado de Unió, ha declarado en los pasillos del Parlamento español que se plantean no hacer más reuniones de grupo parlamentario con Convergència: «Existe una gran duda sobre si vale la pena hacer reuniones del grupo parlamentario porque hemos visto que el resultado es totalmente negativo».
