La mala gestión condena a los bosques de Cataluña

Las subvenciones que el sector ha recibido durante años han servido para alimentar la economía especulativa
Arbres caiguts per la darrera ventada a Castellar del Vallès
Arbres caiguts per la darrera ventada a Castellar del Vallès

Desde la década de los 60, la gente ha marchado del entorno rural donde había vivido y de donde sacaba recursos como leña, carbón, madera, pastos o cultivos; y los bosques han quedado abandonados. La masa forestal catalana es de creación reciente también por los desastres naturales como el fuego. Los alrededores del área metropolitana -por ejemplo- están llenos de pinares que se regeneran con mucha intensidad y que se tienen que cortar de manera controlada para que crezcan bien. Pero esto no se hace, los árboles se secan, mueren y cuando hay ventadas fuertes, se aplastan.

Un país de bosques… desaprovechados. Sólo se extrae el 22% de la madera que crece en un año, y que sirve para alcanzar el 11% del consumo. La media de inversión en los bosques catalanes es, de largo, la más baja del Estado: 15 euros por hectárea y 3 euros por habitante. La media estatal es de 51 y 20. «Se destinan partidas pírricas, y el dinero que llega se gestiona mal», afirma Josep Plasencia, silvicultor del Pallars. «En la provincia de Lleida, por ejemplo, de los 5 euros que se invierten por hectárea, 3 se destinan al papeleo -trabajos de planificación- y los 2 restantes a la gestión sobre el terreno», añade. «En el País Vasco son todo especies de fuera plantadas para un crecimiento rápido. Lo cortan todo cada 25 años. Y en el resto del norte de España hay mucho eucalipto. Pero aquí te miran como a un delincuente si quieres cortar un árbol».

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