Uno de los agravios que hieren más la sensibilidad de los catalanes es la tiranía de los peajes en las autopistas que conectan las principales ciudades del país y la carencia de autovías alternativas gratuitas, como tienen la mayoría de las comunidades autónomas españolas. En Cataluña sólo podemos viajar gratuitamente por una vía de, como mínimo, cuatro carriles entre Barcelona/Lleida (A-2) y Girona/Lleida (Eje Transversal).
Pero la construcción de estas infraestructuras ha sido una epopeya. La de la autovía entre Barcelona y Lleida duró 14 años, debido a la surrealista judicialización del trazado del tramo Cervera/ Santa Maria del Camí, hecho que comportó la paralización de las obras durante años. El Eje Transversal se inauguró en 1997, pero con sólo dos/tres carriles. Su desdoblamiento se pudo acabar 16 años más tarde, en enero de 2013.
Tanto la A-2 -mientras duraron las inacabables obras- como el Eje Transversal -mientras no se hizo el desdoblamiento- se convirtieron en un cementerio de automovilistas, debido a su peligrosísimo trazado y la dificutad de hacer adelantos. Se diría que una mente perversa planificó esta mortaldad que, como es obvio, asustaba a muchos conductores y los desviaba hacia las seguras autopistas de peaje que explota la concesionaria Abertis.
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