Por la República Federal Española

No por esperado y deseado, el anuncio de la abdicación del rey Juan Carlos I este 2 de junio llega demasiado tarde. El impacto de la corrupción y la crisis económica han destrozado el Estado español. La gente sufre (paro, desahucios, pobreza energética, largas listas de espera en la sanidad pública…) y nadie ya no se cree nada. La monarquía se ha hundido en el descrédito, en buena parte por culpa de sus propios excesos y errores. En este contexto, la anunciada subida al trono del nuevo rey Felipe VI ofrece más dudas que esperanzas.

A los españoles y catalanes que vivimos los vertiginosos años de la Transición se nos hurtó una decisión capital, después de la muerte del dictador en la cama: poder escoger entre Monarquía o República. Juan Carlos I, que había sido designado por Francisco Franco sucesor a la jefatura del Estado, se nos coló en el «pack» de la Constitución de 1978, después de traicionar a su mentor y de haber propiciado, jugándosela, un régimen de libertades y democracia representativa.

Ahora es la hora que aquella pregunta pueda ser formulada a la sociedad española. La continuidad del hilo institucional, que quedó truncado por el golpe de Estado del 18 de julio de 1936, pasa por este necesario referéndum sobre la forma de gobierno que queremos. Las nuevas generaciones, que han nacido y crecido en democracia, tienen todo el derecho del mundo a decidir si desean vivir en una Monarquía o en una República.

Esta pregunta es todavía más oportuna e imprescindible si sabemos leer el horizonte de futuro que tenemos delante nuestro. La actual Unión Europea acabará evolucionando hacia los Estados Unidos de Europa, capital Bruselas. ¿Qué sentido tendrá, en esta nueva realidad, que Eslovenia (Dakota del Norte, por poner un ejemplo) sea una república y el Estado español (Florida, por poner otro ejemplo) sea una monarquía? Los Estados Unidos de Europa se tienen que homogeneizar, tarde o temprano, en clave republicana y esto vale también para las monarquías de Dinamarca, Holanda, Bélgica, Suecia y el Reino Unido, condenadas, como los dinosaurios, a la extinción.

La República española también es fundamental para encarar otro proyecto político que ya está maduro: la reunificación de la península Ibérica. Siempre he defendido y explicado que Iberia tiene un gran porvenir geopolítico y geoeconómico como privilegiada plataforma de conexión logística entre el Atlántico y el Mediterráneo, entre Europa y África. Pero, desde el punto de vista institucional, esta reunificación sólo es posible si España y Portugal comparten una misma fórmula republicana que posibilite la governanza común.

Es por todas estas razones que abogo y lucharé por el advenimiento, por la vía democrática, de la III República española. Después de la monarquía constitucional llega la República Federal. No tengo nada contra Felipe de Borbón y su esposa Letizia Ortiz: sencillamente, su tiempo de reinar ya ha pasado, por culpa de la miopía de Juan Carlos I.

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