Los caudales del clero

Una noticia publicada la semana pasada en ‘El País‘ me ha retornado a la eterna noche negra del franquismo que me tocó vivir. El titular era el siguiente: ‘La Iglesia tiene garantizados 249 millones de euros aunque caiga la recaudación de los contribuyentes.’ Una prebenda insólita en un Estado laico. Franco y la Iglesia fueron cómplices de la conspiración y de la vil y abominable contienda contra la República. Ganaron juntos la guerra y juntos gestionaron la paz, una paz a su medida, con las Fuerzas represivas del Estado, los militares y los falangistas matando ‘rojos’ y torturando a los cautivos mientras, los clérigos supervisaban los valores morales de los condenados y educaban a las masas en los principios del nacional-catolicismo.

 

Durante aquellos años hubo tragedia y mojiganga. La tragedia de centenares de miles de españoles fusilados, presos, torturados, convictos y humillados. Y la mojiganga del clero paseando a Franco bajo palio a quien los jerarcas de la Iglesia dedicaban a diario un rosario interminable de loas y adhesiones. Cuando terminó el holocausto siguió fluyendo por calles y cementerios un baño de sangre de antifascistas. Miles de presuntos comunistas, masones, anarquistas, separatistas o simplemente desafectos fueron fusilados o encarcelados por vida pagando la deuda de una contienda que no habían provocado. La Iglesia cercenó las libertades más elementales imponiendo a tirios y troyanos unos criterios religiosos y políticos absolutamente atascados en la historia.

 

Franco no tuvo que pedir su adhesión a los obispos. En los púlpitos se pronunciaban homilías de odio y rencor. No había lugar para la reconciliación y el perdón. La Iglesia y el Estado se convirtieron en dos caras de la misma moneda. El pueblo, tras las crueldades y carencias de una cruzada santa para unos y una guerra en defensa de la República para los que creían en la democracia y la libertad, sufrió escasez, hambre, persecuciones y falta de trabajo. Solo lograron sobrevivir en aquel inmenso campo de exterminio que era España los que, a costa de realizar trabajos inhumanos de sol a sol, se amoldaron a los curas. Los domingos iban a oír misas oficiadas en latín, a escuchar las inacabables pláticas de sus protectores a cambio de un trozo de pan. La Policía disponía de una red de espías y delatores –principalmente clérigos- que alimentaba en sus ánimas podridas una carga de odio contra los antifranquistas que, para ellos, eran todos ‘rojos’ sin distinción.

 

La Iglesia exigió su recompensa por su complicidad fascista. Los obispos llevaban bajo palio al salvador de la Patria y respetaban su jerarquía eclesiástica como si de un Papa se tratase. Por su parte, Franco, trataba a los clérigos con tino, llaneza y reverencia como si fueran los copropietarios de España, su finca particular. En el artículo sexto del Fuero de los Españoles, una especie de Constitución fascista de su invención, estableció que: ‘la profesión y práctica de la Religión Católica, que es la del Estado Español, gozará de la protección oficial‘. Esta protección se traducía en cantidades millonarias que satisfacía a sus príncipes episcopales para que todos sus acólitos, desde el más grande de los camarlengos hasta el más humilde de los santeros viviesen a cuerpo de Rey.

 

Desde 1937 los obispos apoyaron a Franco sin reticencias al igual que Pío XII, que bendijo al Régimen ‘por haber salvado a España del comunismo. La Ley de responsabilidades políticas de 1939 que perseguía a todos los opositores al Régimen, convirtió a los curas en delatores. Era la hora de la venganza. Unas 200.000 personas sufrieron las consecuencias de aquella ley que, en la práctica, estuvo vigente hasta 1966 a pesar de haber sido derogada en 1945. La Curia estaba a favor del odio. ‘La colaboración de la Iglesia con la represión partía de la propia jerarquía’. Con la firma del Concordato con la Santa Sede en 1953 se estableció legalmente lo que en la práctica ya era una realidad: la oficialidad de la Iglesia católica, el pago de las nóminas de sus servidores y la exención de impuestos. Con aquella firma nació el ‘nacional-catolicismo’, la absoluta connivencia de la Iglesia católica con el fascismo.

 

Con la llegada de la democracia parecía que aquella simbiosis existente entre Iglesia y Estado iba a desaparecer. Sin embargo no fue así, al menos integramente. Si bien el artículo 16 de la Constitución sanciona que ‘ninguna confesión tendrá carácter estatal’, el mismo apartado continua declarando que ‘los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones…‘ En 1988 se firmó un protocolo entre el Ejecutivo presidido por Felipe González Márquez y el Vaticano en el que se acordó que la Iglesia estaría subvencionada para mantener su actividad con una parte de los impuestos de los ciudadanos. Para ello cada contribuyente debía señalar con una X en una casilla puesta al efecto en su declaración, si consentía en dedicarla a esa finalidad. Desde entonces, el 36% de los ciudadanos del Estado español, como promedio, han venido rubricando la X en la casillita de la Iglesia lo que supone una aportación en cada ejercicio de unos 250 millones de euros a las arcas eclesiásticas.

 

Desde 1978, la Iglesia recibe del Estado una asignación tributaria consistente en el 0.5239% sobre la renta de las personas físicas. Pero como esta cuota nunca cubrió sus necesidades se instrumentó un complemento estatal con cargo a los presupuestos. Les pondré a modo de ejemplo las cantidades entregadas para cubrir aquella carencia durante el ejercicio 2001. En aquel año, se le hizo entrega como asignación tributaria del IRPF, a tenor del porcentaje indicado, 107.289.392’74 que se complementó con otros 23.406.723’52 (complemento estatal) lo que, en junto, supone una ayuda de 130.696.116’26 euros. No obstante, a partir de la declaración de la renta de 2008, el porcentaje se incrementó un 0’7% y, adicionalmente a estas sumas, la Iglesia recibió anualmente otras cantidades, por otros conceptos, también a cargo a los presupuestos generales del Estado superiores a los 5.000 millones de euros.

 

Estos son los caudales del clero. Un capital robado a los ciudadanos que el Gobierno de Rajoy paga a la Iglesia con sus recortes y que sumado a los miles de millones que entrega al Ministerio de Defensa para armamento y a los dineros concedidos a los bancos, paliarían el hambre de los parados y proporcionarían becas a los estudiantes sin recursos. Porqué lo trágico de esta nueva historia esperpéntica de la España del PP, son las cifras del paro. En septiembre pasado se incrementó en 25.572 personas hasta alcanzar los 4.724.355 hombres y mujeres sin trabajo. Rouco Varela ignora las palabras del Papa Francisco sobre la Iglesia que, según él, tiene que ser pobre y al servicio de los pobres y, ajeno a la realidad histórica del siglo XXI, sigue reclamando al Régimen las mismas prerrogativas, riquezas y privilegios que le concedía su añorado Caudillo.

(Visited 81 times, 1 visits today)
Facebook
Twitter
WhatsApp

HOY DESTACAMOS

Deja un comentario