Los 90.000 hijos del conde de Urgell

Un fantasma recorre la historia de Catalunya desde hace 600 años: el de Jaume II de Urgell, el candidato perdedor en el Compromiso de Caspe y que después se sublevó contra la elección del castellano Fernando de Trastámara (Ferran de Antequera) como nuevo rey de la Corona de Aragón y Catalunya. Este episodio, aunque no le damos la relevancia que tiene, es, en realidad, en el origen del contencioso Catalunya/España y de todo aquello que hemos vivido y vivimos.

 

Jaume II de Urgell era cuñado del rey Martí el Humano, que murió al año 1410 sin descendencia. Entonces se abrió un largo proceso para escoger el sucesor, marcado por los conflictos entre los urgellistes (la alta nobleza catalana y aragonesa) y los antiurgellistes (las autoridades civiles de Aragón y Barcelona y la Iglesia) que se cerró con el Compromiso de Caspe, el 28 de junio de 1412. De los nueve compromisarios (tres por cada reino de la Confederación catalanoaragonesa), seis se decantaron por Fernando de Trastámara y sólo dos por Jaume II de Urgell.

 

Pero los perdedores no aceptaron este veredicto y, poco después, Jaume II de Urgell se levantó en armas contra el nuevo rey. Esperaba el apoyo militar de Inglaterra, que no llegó, y, finalmente fue capturado en el Castillo Formós de Balaguer, desposeído de todos sus títulos nobiliarios y dominios y condenado a cadena perpetua. Conocido desde entonces como Jaume II el Desafortunado, pasó 20 años recluido en varios castillos, hasta que murió en el de Xàtiva, ciudad donde está enterrado.

 

Desde 1412 y con la elección de Fernando de Trastámara (Ferran de Antequera), la historia de Catalunya ha ido irreversiblemente ligada -por bien y por mal- a la de Castilla. La unión matrimonial de Ferran el Católico (nieto de Fernando de Trastámara) con Isabel de Castilla nos trae directamente a la dinastía de los Austrias, de los Borbones… y hasta hoy. Con puntuales episodios de revuelta (1462, 1640, 1700 y 1934), que siempre han sido reprimidos por la fuerza de las armas. Pero en el sustrato histórico de la «causa catalana» permanece la figura de Jaume II el Desafortunado, el cuñado de Martí el Humano que no pudo ser rey. Durante el Renacimiento, su figura fue reivindicada y enaltecida en obras de teatro por autores de gran popularidad, como Àngel Guimerà y Serafín Pitarra.

 

¿Qué habría pasado si, en vez de Fernando de Trastámara, nacido en Medina del Campo, la dinastía catalanoaragonesa hubiera continuado con Jaume II de Urgell, nacido en Balaguer? Esta pregunta sin respuesta es en su origen de la frustración permanente que marca la historia de Catalunya y, por extensión, de los Países Catalanes de los últimos 600 años. No deja de ser curioso que la fecha elegida para hacer el Concierto por la Libertad del Camp Nou haya sido el 29 de junio de 2013, 601 años y un día después de la proclamación en Caspe de Fernando de Trastámara como rey de Aragón, de Catalunya y de todos los territorios asociados (País Valenciano, las Baleares, Cerdeña y Sicilia). Como la rebelión de Jaume II de Urgell, el Concierto por la Libertad, leído en clave explícitamente independentista, implica, «de facto», la rotura histórica con el Compromiso de Caspe y con todo aquello que comportó ulteriormente, hasta llegar a nuestros días.

 

Las 90.000 almas que asistieron este 29 de junio de 2013 al concierto del Camp Nou son los herederos del urgellisme irredento que pervive en el espíritu catalán a lo largo de los siglos. En la historia de Portugal hay la leyenda del rey Sebastià, muerto en Marruecos pero de quien se decía que un día tenía que volver para liberar la patria del dominio castellano. De manera, parecido, en Catalunya tenemos nuestro Jaume II el Desafortunado -«o rey o nada»- que alimenta el sueño soberanista del imperio medieval perdido.

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