Cuando en el País Valenciano suenan las desafinadas trompetas del creacionismo lingüístico, no hay vuelta de hoja. Desde el Partido Popular han divisado en la lejanía la llegada de las elecciones autonómicas y municipales.
Restan menos de dos años para convencer a los ciudadanos de que les voten, de aquí a 2015 tienen que justificar los recortes en educación, en sanidad y en investigación, los Eros en las instituciones públicas, el incremento de los impuestos y el paro o los imputados que todavía permanecen, tranquilamente, en el cargo. Y no lo tienen fácil.
Mirando por el retrovisor los últimos comicios, a los valencianos se nos ha olvidado pasar factura política. Pero quizás la situación esté cambiando, la posible imputación de la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, en el caso Nóos, y la debilidad de un presidente de la Generalitat que se ha cubierto de gloria en los últimos meses no está ayudando al PP en su cruzada electoral.
Es la hora de recolectar votos, y en el amor como en la guerra ya se sabe. Aunque los argumentos que se utilizan puedan ser tildados de seudocientíficos o de ser una ingente estupidez. Todo vale. Incluso elevar una propuesta parlamentaria para que la Real Academia Española (RAE) modifique la definición de valenciano como variedad del catalán asegurando que «el habla de los valencianos, que parte sin duda de la más profunda prehistoria, se escribe desde el siglo VI antes de Cristo con el lenguaje ibérico».
Dicen que durante el verano dejarán caer esta propuesta desde dentro del partido, que ha levantado malestar entre los miembros del PP valenciano. Pero está claro que no será la última vez que escuchemos otra de estas canciones.
¿A la hora de defender las señales de identidad de los valencianos qué importancia tiene que ni Rita Barberá ni Alberto Fabra hablen valenciano? Ninguno. Cambian las melodías de los viejos temas de siempre, de un conflicto, el lingüístico, que nunca morirá mientras tenga rédito electoral.
