Regreso a Tiurana con TV3

Tiurana, en el valle del Mig Segre, entre Ponts y Oliana, en las comarcas de la Noguera y el Alt Urgell, es el pueblo que, con otros cinco (Basella, Miralpeix, Castellnou de Basella, La Clua y Aguilar), fue inundado por el pantano de Rialb, un proyecto faraónico del franquismo tecnocrático de los años 60 del siglo XX, inaugurado en plena «democracia» en 2000 y que afectó, a lo largo de 25 kilómetros de la cuenca del Segre, a unas 1.500 personas y miles de hectáreas de buenos cultivos agrícolas. Igualmente pasó, aquellos años, con Mequinensa y Faió, en el Ebro, y en tantos otros lugares de España, entre ellos Riaño.

Inaugurábamos la transición política (1975-1980) con estos y otros conflictos ecológicos, territoriales, económicos y humanos, derivados del programa del gran capital, español y americano, de expropiar la pequeña propiedad agraria y concentrarla como consumidores en los grandes centros urbanos.

A mediados de los años 70, cuando se hizo pública la decisión del último gobierno franquista de construir el embalse de Rialb, un grupo de periodistas catalanes, que teníamos (y seguimos teniendo) en la defensa real de Cataluña nuestra seña de identidad, nos conjuramos para informar de aquella agresión en todos los diarios y publicaciones, para denunciar a los promotores de aquella aberración interesada -de los ministerios a las consejerías de la Generalitat (a partir de 1980), de los organismos económicos a los partidos políticos (sobre todo CiU, PSC-PSOE y PP)- y, en fin, de los planes expansivos en regadíos que tenían los dirigentes del Canal d’Urgell con grandes empresas constructoras e hidroeléctricas, las más beneficiadas.

En la zona afectada se montó un revuelo de oposición considerable, pero no hubo fuerza política y humana suficiente para detenerlo, ante el poder de los ministerios en Madrid, de la CHE en Zaragoza o de los ayuntamientos todavía franquistas en Lleida o Barcelona y, ya en democracia municipal y libertad de partidos, ni unos ni otros fueron lo suficientemente valientes, sobre todo los mayoritarios, para defender esa tierra y esa gente del desahucio al que fueron condenados.

Ahora, después de este largo proceso (y cuando los dados llevan echados ya hace 23 años ), TV3 –que fue cubriendo, seguramente con presiones en contra, los hechos más reivindicativos de esas protestas-, a través del programa “Sense Ficció”, que dirige Montse Armengou con un equipo técnico y periodístico muy competente, con Xavier Llopart a la cabeza, echa la vista atrás para acercarnos al recuerdo de lo que significó todo aquello.

Los periodistas que estuvimos allí desde el primer momento, en apoyo a los directamente perjudicados, como la gente de la Associació per la Defensa del Mig Segre y los ayuntamientos de la comarca, que tuvieron la ayuda de los partidos locales de izquierdas, de la asociación ecologista DEPANA y del partido Alternativa Verda, fuimos convocados en Ponts, Oliana y en el nuevo poblado de Tiurana, para rememorar todo lo que entre aquellas montañas del Pirineo se vivió y se sufrió, todo por nada. El pantano está a un 20% de su capacidad.

Allí reencontré al compañero Jaume Reixach (con quien publiqué, en 1986, el libro de la larga gestación interesada que fue Rialb), hicimos mención de Santiago Vilanova (que también se hartó de denunciarlo en El Correo Catalán y en el Diari de Barcelona), escuchamos de nuevo al geólogo de la Universidad de Zaragoza, José Luís Peña, que informó de la sismicidad del terreno, y también, en fin, a los activistas supervivientes: la legendaria Marta Tuca (del pueblo viejo de Tiurana, tan auténtico); Josep Coma (PSUC) y Jordi Pasques (activista cultural en el Pirineo), los dos de Oliana; Jordi Vidal, de Ponts (director de la revista Portaveu); Àngel Villarte (alcalde del nuevo Tiurana) e, igualmente, los antiguos dirigentes de Unió de Pagesos, Josep Pàmies y Pere Ayguadé, de Balaguer, este último del PSC que, como el senador socialista Josep Ball y la diputada leridana Maria Rubies, de CiU (ya traspasados), fueron barridos de esos partidos por oponerse, con poderosos argumentos, al pantano.

Éste fue el panorama de dos días intensos, entre la rabia y la tristeza de fondo, al ver el resultado de la alianza del “capitalismo salvaje y primario” (como Jaume Reixach definió lo que se practicaba en Lleida capital) con el refinado y tecnológico que, al final del franquismo, preparaban las élites catalanas y españolas.

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