¿Independencia? ¡Alianza ibérica y Eurorregión!

Las relaciones entre España y Portugal pasan por un momento de intenso contacto y colaboración. La excelente sintonía que hay entre el primer ministro portugués, António Costa, y el presidente español, Pedro Sánchez, hacen que el sueño de la alianza ibérica -roto hace casi 400 años- esté más cerca que nunca de renacer y de culminar.

Esto se ha visualizado, de manera transparente, en la XXXIII Cumbre hispano-lusa que se acaba de celebrar en la localidad de Viana do Castelo, con una amplia representación de ambos gobiernos. Los acuerdos alcanzados significan un adelanto y una profundización en la cooperación mutua, con la certeza, además, que hay mucho camino por recorrer juntos.

El nuevo Tratado de Amistad entre Portugal y España, rubricado el año pasado, es un texto todavía poco conocido y trabajado, pero que hay que calificar de histórico, porque consagra, de hecho, la Confederación Ibérica como interlocutor ante la comunidad europea. La inteligente estrategia desarrollada para hacer frente a la crisis energética -con la concreción de la “solución ibérica”- ha servido para demostrar que la coordinación entre ambos países es una garantía de éxito.

Como lo es la alianza para convertir la península Ibérica en el gran centro de producción de hidrógeno verde, que será exportado al resto de Europa a través de la futura conexión submarina BarMar (Barcelona-Marsella), pactada con el presidente francés Emmanuel Macron. O el acuerdo de los gobiernos de Lisboa y de Madrid para lanzar conjuntamente un programa de satélites al espacio.

Queda por resolver el eterno problema de las conexiones ferroviarias, en especial del anhelado AVE Madrid-Lisboa. Las obras avanzan, de un lado y del otro, pero su urgencia queda solapada por la prioridad portuguesa de construir el alta velocidad Lisboa-Oporto.

Todo este proceso de convergencia puede llegar a su cenit en 2030 si, finalmente, la candidatura de España y Portugal, con la adhesión de Ucrania, es escogida para la celebración conjunta del Mundial de fútbol. Este acontecimiento deportivo puede ser el gran momento del reencuentro ibérico y ayudará a hacer evidente el enorme valor y potencial de la península como hub planetario que une cuatro continentes.

El Foro Cívico Ibérico -plataforma de la cual forma parte el diario eltrapezio.eu, que editamos el grupo EL TRIANGLE- ha estado presente en Viana do Castelo. Con una reivindicación muy clara: que los gobiernos de España y Portugal creen un organismo permanente de coordinación y de gestión para implementar los acuerdos del Tratado de Amistad y que la fuerza de la sociedad civil ibérica sea tenida en cuenta para su despliegue.

La próxima Cumbre bilateral se hará el próximo año en España. Desde ahora y desde aquí, propongo que se emprendan las gestiones para que se celebre en Barcelona. Esta es una idea, que comparto y subscribo, del gran amigo y gran periodista Ramon Font, la persona que más ha trabajado, con discreción y eficacia, para intensificar las buenas relaciones con Portugal.

Cataluña sufre, desde hace décadas y siglos, una grave miopía geopolítica e histórica. Este es el origen de todos nuestros males. Nuestra apuesta estratégica, en este siglo XXI, tiene que ser la concreción y vertebración de la dimensión ibérica, con la culminación de la conexión entre las fachadas atlántica y mediterránea de la península. La diagonal Lisboa-Madrid-Barcelona es el eje de nuestra fuerza y de nuestro futuro.

Esto y la consolidación de la Eurorregión Pirineos-Mediterráneo, con vértices en Toulouse, Montpellier, Zaragoza, Barcelona, Valencia y las Baleares. Este proyecto, impulsado por el presidente Pasqual Maragall, fue liquidado y enterrado por la vorágine independentista, que nos ha llevado a una dolorosa derrota y a un “cul-de-sac”.

En el imaginario independentista, se exalta la dinastía de los Austrias (“federalista”), en contraposición a la de Borbones (“centralista”). Pero olvidamos demasiado fácilmente que fue el rey Felipe IV de los Austrias quien pactó con el borbón francés Luis XIV la amputación y cesión de las comarcas catalanas del otro lado de los Pirineos. Este es el gran drama –más que no la posterior Guerra de Sucesión- que ha determinado muy negativamente la evolución histórica de Cataluña.

Yo soy republicano. Creo que las monarquías –todas- no tienen ningún tipo de sentido en las sociedades democráticas modernas. Supeditar el destino de Cataluña al anacrónico referente, chapuceramente manipulado, de la España de los Austrias es una estupidez y un insulto a la inteligencia.

Fue Felipe IV quien provocó la secesión de Portugal y descabezó los territorios transpirenaicos del Principado. Ahora, España y Portugal intentan reconducir aquel enorme trauma histórico y entienden que, en el marco de la Unión Europea, la península Ibérica tiene una oportunidad de oro para recuperar el protagonismo perdido.

Con una derivada muy potente: España y Portugal, si van al unísono, pueden ser la gran cabeza de puente entre la América latina y los países africanos con el continente europeo. Estamos hablando de la multiplicación de negocios, de trabajo, de población, de prosperidad, de futuro para nuestros hijos y para las generaciones que  vienen detrás.

Cataluña no puede perder este impulso de progreso. Somos el eslabón, junto con el País Vasco, que conecta la península con Europa. Por eso, nos tenemos que abrir y propulsar, sin complejos, la enorme fuerza latente que tiene la dimensión ibérica. Hemos abandonado durante diez años el proyecto de la Eurorregión y, además de hacer el ridículo, hemos perdido un tiempo precioso. Este grave error nos ha llevado a la actual decadencia y desorientación.

¿Independencia? ¡Alianza ibérica y Eurorregión!

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