Sabadell, sin alma

He llegado a la conclusión de que en Sabadell no viven humanos. Quizás unos pocos, es verdad, pero pasan tan desapercibidos que a veces es imposible encontrarlos. Y es que, mientras alcaldesa y concejales varios y variados están de vacaciones, veintisiete familias de un bloque ocupado por la PAH van camino de los dos meses sin suministro eléctrico, después de que Endesa, con la ayuda de la policía, decidiera cortarles el suministro de luz. Resulta paradójico que, en una ciudad donde se apuesta por el gasto desmesurado de luces de navidad (unos dos millones de euros) y que hace bandera de esa iluminación de falsa felicidad, ignore a unas familias que lo están pasando verdaderamente mal como consecuencia de esta circunstancia.

La decadencia de Sabadell es un hecho indiscutible. Pocos lo niegan; pero a mí ya poco me importa que lo sea en el ámbito cultural, o el industrial, o por la falta de iniciativas de todo tipo. Me preocupa mucho más que los sabadellenses en su conjunto miren hacia otro lado cuando familias vulnerables se ven obligadas a ocupar un piso, a sobrevivir con lo puesto, a pasar calor porque la administración local dice que hace, pero no hace lo que debería hacer. La solución de instalar un grupo electrógeno, la más rápida, no es posible, eso dicen, y nadie ofrece más explicaciones. Me dicen que la burocracia lo paraliza todo, que el papeleo, la legalidad o la ausencia de esta, todo, absolutamente todo, complica una solución inmediata.

Mientras tanto, indago en el perfil de esas familias. Niños, personas mayores, con movilidad reducida, sin ascensor, con Sabadell a treinta y ocho grados durante una semana seguida y sin la posibilidad de poder enchufar un mísero ventilador. Y alguna de esas personas necesita pincharse insulina todos los días y no puede guardar la inyección en la nevera. Y me viene a la mente aquella imagen de unos bañistas en una playa de Tarifa, bajo su sombrilla, indiferentes a la visión del cadáver de un inmigrante subsahariano ahogado tras naufragar su patera. Han pasado veinte años de aquella espeluznante realidad. Y, aunque parezca demasiado dura la relación entre esa foto y lo que pasa en Sabadell, no puedo dejar de ver lo mismo. Una sociedad, la sabadellense, que apoya sin vergüenza opciones políticas que ensalzan lo efímero, lo superficial, lo banal, aquello que se enciende un par de meses para tapar la pobreza que, todo hay que decirlo, molesta a nuestros gobernantes. Y una oposición, salvo honrosas excepciones, que también prefiere irse de vacaciones para iniciar un curso político donde, muy probablemente, estarán en juego diversos cargos, diversas sillas, poder por dinero o, seguramente, dinero por silencio.

Quizás esta situación no es exclusiva de Sabadell. Pero como sabadellense me duele que entidades también sin alma se movilicen en contra del paso de la Vuelta por Sabadell y sean incapaces de decir algo sobre esas familias que ya no tienen a quien acudir, que esperan un milagro, que asumen la deshumanización de las instituciones y de ciudadanos en su conjunto, que ya solamente creen en la caridad, en las pequeñas miradas de vecinos y vecinas que hacen lo que pueden para aminorar el sufrimiento.

Y es que una ciudad que no vela por la mejora de la vida de las personas está muerta. Siempre me imaginé a un alcalde o alcaldesa entrando y saliendo de los despachos, hablando con quien fuera para poner solución a un problema que afecta a sus ciudadanos. Un representante político con coraje, dando la cara, plantando también cara a empresarios sin escrúpulos que marean la perdiz para impedir que unas familias tengan un servicio básico. Pero no. En Sabadell han triunfado la cobardía, los falsos discursos vacíos, la compra de voluntades, el silencio.En unos días empezará la Fiesta Mayor. Nadie hablará de esas familias olvidadas. ¿Para qué? La norma impuesta, la felicidad versus silencio, conseguirá el objetivo, el ninguneo más cruel hacia unos sabadellenses que, si no lo remedia nadie antes, verán que a pocos metros de donde se alojan, en un par de meses, el derroche de luz campará a sus anchas por el centro de Sabadell. Y habrá aplausos, risas cómplices, declaraciones rimbombantes que volverán a hacernos creer que Sabadell es el centro de las fiestas de Navidad, que somos un referente, que no sé qué estudio y publicación nos ha nombrado por el “Llaminer” o por el “Calendari d’Advent”. Quizás a alguien se le ocurra tapar con una lona ese edificio de la vergüenza. Nunca se sabe. Siento pena, me uno a esa gente. Pero eso, la pena y la solidaridad, en Sabadell, no saben lo que es.

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2 comentarios en «Sabadell, sin alma»

  1. Estoy de acuerdo totalmente con la filosofía de fondo del articulo. Matizo que quizás es el momento de culpar menos a los demás y preguntarnos qué podemos hacer nosotros por cambiarlo, donde está la sociedad civil, dónde están los ciudadanos, es la pregunta sin esperar a los demás. Por otra parte sobre la fotografía de emigrantes muertos en la playa, he de decir qeu me parece la mirada partidista y a propósito del fotógrafo en busca de la portada. Si la hubiéramos visto desde otro lado, la gente estuvo solidaria y ayudando en este tema. Gratitud repito por la visión general del articulo.

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