«ETA era un motor nacionalista con un chasis revolucionario»

Entrevista a Emilio Alfaro

Periodista. Escritor. Fue director de comunicación del Gobierno vasco con José Antonio Ardanza. Ocupó la secretaría general de Comunicación con Patxi López. Trabajó en el Correo y en El País. Ahora publica su primera novela, Matar, amar (editorial Alberdania).

¿Quién, cuando, porque… Matar, amar?

Matar, amar, solo se diferencian en una letra, la t. Era una idea que tenía desde hacía tiempo, y la planteé como una ficción. ¿Qué pasaría en el supuesto de que un exterrorista, realmente arrepentido, fuera a confesar su crimen a la viuda de una persona a quien asesinó, y que se cruzara una cosa tan azarosa como el amor? Me preguntaba cuestiones como: “¿Se puede amar después de haber cometido el crimen más atroz, que es quitar la vida a alguien?”. “¿Hay la posibilidad de reparación, de volver atrás después de hacer este paso?”. Dilemas de una tragedia dentro de otra tragedia, como fue la del terrorismo en el País Vasco. En cualquier caso, la narración es una ficción absoluta, aunque incluye elementos de contexto, y de los mecanismos que utiliza el terrorismo, con la idea de contribuir a la verosimilitud de la narración.

 Más allá de la trama personal, ¿podemos leer la novela también como una metáfora sobre la violencia y el amor, en sentido, digamos, amplio, universal?

Sirve para todo el mundo, a cualquier lugar. No es una novela sobre el conflicto vasco. Pasa aquí, pero no intenta explicar la historia, los cimientos del terrorismo de ETA. Es ficción. El que he pretendido con Matar, amar es proyectar conflictos morales como, por ejemplo: “¿Por qué esta persona entra en una organización terrorista?” La respuesta es, en este caso, es el entorno social de la cuadrilla. Sin pensárselo muy ideológicamente. “¿Dónde se da cuenta de su error?”. En la prisión. Allá toma conciencia que no hay futuro para aquello que se pretende con la violencia que ejerce la organización. Pero el elemento de choque es al encuentro dentro de la prisión, como en las conversaciones de Nanclares, con una víctima, que le interpela directamente. “No me hable de ideologías –le dice– explíqueme por qué mató a esta persona, por qué se arrogó el papel de segar una vida”. A partir de aquí se produce un arrepentimiento sincero. El problema de Luke, el protagonista, es que no está dispuesto a someterse a otra condena de muchos años. Entonces, la solución que le surge es salir de la historia explicándola a la viuda del asesinato, la víctima, y que ella decida.

¿En el porqué de la violencia, operaban otros móviles dignos de mención, además de la ideología política?

Hubo un momento, en los 60, en que se produce un tipo de rebelión contra los padres y de recurso a la violencia, de naturaleza y procedencia muy diversa, desde las luchas anticoloniales hasta el que se expresa el Mayo del 68. Una rebelión contra la autoridad, en general. Surgieron movimientos como las Brigadas Rojas italianas; la Fracción del Ejército Rojo, en Alemania… ETA tiene algún componente. Por un lado, una retórica de liberación de un Euskadi oprimido… De otra, una pulsión de rebeldía con algunos componentes marxistas. Dicen algunos analistas que ETA era un motor nacionalista con un chasis revolucionario.

La violencia no cae, como las gotas de rocío, de la noche a la mañana. Hay un antes. ¿Dónde se puede rascar, en el caso de Euskadi, para encontrar algunos de sus cimientos? ¿En la historia, la idiosincrasia, la religión…?

Refiriéndose también a otros fenómenos similares, se ha dicho que en su origen de ETA hay una transferencia de sacralidad. Se pasa de una religión, que podía ser el carlismo fundamentalista (Dios, patria y rey), a un ideario patriótico izquierdista. En ambos casos se admite que la finalidad justifica los medios, y se recurre a la violencia. ETA se atribuye la liberación de Euskadi, de no se sabe qué. Nace en plena dictadura franquista, pero no en un contexto de especial represión respecto a la que había en Andalucía, Extremadura, o a cualquier otro lugar, contra gente que no era afecta al régimen. Hay que tener en cuenta, además, que el franquismo ayudó los intereses económicos de Euskadi. En el carlismo también hay una rebelión contra la autoridad, contra la entonces orden liberal.

COVITE (Colectivo de Víctimas del Terrorismo del País Vasco) denuncia como se está recreando la memoria de ETA en Francia. ¿La deslegitimación del terrorismo se ciñe a finales de la violencia, o corresponde también a la causa que la justifica?

Hay que distinguir dos planes. El político, que tiene su carril, y el moral. Me indignan mucho estos supuestos pésames que proclaman los herederos de ETA, algunos intelectuales o soldados de la causa, que suelen decir cosas como “lamentamos el dolor que pudimos causar.” ¿Cómo el dolor que causasteis? El que causasteis y el que seguís causando. Esto desde el punto de vista moral. La cuestión no es condenar o lamentar el dolor. El problema es que este dolor tenía unas motivaciones y lo causaban por algo. Mientras no se condenen estos motivos, la condena no es sincera. La lucha armada, el terrorismo no es una cosa accesoria, sino, por el contrario, aquello fundamental. Es lo que define y vertebra ETA. El PNB puede defender y defiende de hecho la independencia de Euskadi, pero no mató para conseguirla. No usó el terror, ni vías antidemocráticas. El problema que tiene la llamada izquierda abertzale es que nace de ETA, y no viceversa. En Irlanda, el movimiento Sinn Féin estuvo en el origen de la lucha por la independencia, y el IRA, el brazo armado, sale de este. Por el contrario, ETA ya nace como movimiento político-militar. La izquierda abertzale es instrumental, casi accesoria, como pone de manifiesto la metamorfosis de las denominaciones. Ahora solo hace política, pero sin cuestionar su pasado.

¿Y en el plan político, qué podemos decir ahora de Bildu?

Se pueden llegar a acuerdos con Bildu, pero otra cosa es olvidar que dentro de Bildu y, sobre todo de Sortu, que es su núcleo más vinculado a los orígenes, continúa habiendo personas que, por ejemplo, teorizaron sobre el que denominaron “la socialización del sufrimiento”, que es atacar indiscriminadamente, llevar el sufrimiento a todo el mundo. Cosa que fue motivo de una ponencia, no aprobada por ETA sino por Herri Batasuna. ETA no existe. Fue derrotada en 2011 y en 2018 se disolvió. El desafío es saber calibrar ahora con quién se pacta. Es decir, qué es ahora Bildu, y a donde va.

Así pues, ¿cuál es la historia de Luke, el protagonista de tu novela?

Se enamoran, es mutuo. Él está en tercer grado, todavía. Empiezan a vivir juntos, pero el peso de la culpa encara no confesada le condiciona a él la convivencia. Se trata de un muro, y al final se convierte en un obstáculo insalvable…

Con esto, tu novela habla de la trascendencia de los hechos. De su enormidad, del monstruo que no te abandona…

Para superar una cosa así te tienes que desprender de la coraza ideológica. El atrincheramiento ideológico te impide cuestionarte el dolor que has causado y, sobre todo, la falta de justificación de este dolor: “Estaba equivocado, pero luchaba por…” No. Has arrebatado la vida de una persona. Has roto algo de manera irreversible. Has causado dolor a tu entorno. No hay ninguna justificación. Para conseguir este objetivo había vías, como lo demuestra el hecho de que su propia organización abandonó la violencia, y sus herederos políticos llegan a acuerdos en el Congreso de los Diputados.

En todo caso, el amor, tal como lo entendemos, de manera sencilla, es en definitiva menos trascendente de cómo lo pintan. ¿El amor puede redimir el monstruo?

Se te puede perdonar, pero por eso tenías que haber confesado tu culpa. Los gestos pueden tranquilizar el victimario, pero no borran el hecho. No sacan la mancha original de haber segado una vida. En relación con las víctimas, lo primero que hay que tener claro es que nadie elige ser víctima. Te conviertes en víctima en contra de tu voluntad, como un batacazo que te cae encima, sin habértelo buscado. Incluso en el caso de las llamadas víctimas-verdugos, como fue el caso de Melitón Manzanas.

 ¿Cómo en un contexto de bienestar relativo, aparentemente civilizado, vital, puede anidar una violencia como la de ETA?

Creando un tipo de veneno ideológico, que permite denunciar al vecino… Una red de complicidades innumerables que ha quedado oculta. Cosa que también ha pasado en otros lugares que han sufrido la violencia. Pero también hay la necesidad de pasar hoja, de olvidar cuanto antes mejor. A veces, como un intento de limpiar las propias culpas.

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