Somos una colonia

La revolución digital en marcha nos conduce hacia una nueva civilización. Esto es obvio. Pero ¿qué y en beneficio de quién? Esto está por ver y algunos síntomas no resultan nada convincentes.

El segundo hombre más rico del mundo, Jeff Bezos, ha hecho su fortuna -calculada en unos 70.000 millones de dólares- con la plataforma de distribución Amazon. No produce nada. Sólo compra y vende a través de Internet. Empezó en 1994 con los libros, pero ahora su catálogo alcanza todo tipo de productos, «desde un alfiler hasta un elefante».

Amazon se ha fijado en Cataluña para construir su gran base logística del sur de Europa. En la mentalidad de las multinacionales, las viejas fronteras nacionales no cuentan y la dimensión de un mercado viene condicionada, fundamentalmente, por los costes del transporte. Amazon ha encontrado aquí un gobierno «regional» y unas autoridades locales que le ríen las gracias y le dan todo tipo de facilidades y una mano de obra barata y poco exigente.

Jeff Bezos es un megalómano visionario que, según afirma en público, quiere «dominar el mundo». Se ha convertido en propietario del emblemático diario The Washington Post, planea distribuir las mercancías a domicilio con drons y ahora está empeñado en potenciar la primera agencia de turismo espacial para ricos, Blue Origin.

En el polígono Mas Blau de El Prat de Llobregat, Amazon está construyendo un almacén bestial de 63.000 metros cuadrados y ahora acaba de anunciar que abrirá otro almacén de 30.000 metros cuadrados en Martorelles, a pie de autopista. Además, ya dispone de unas instalaciones de 28.000 metros cuadrados en Catellbisbal, un centro logístico en el Ensanche de Barcelona para atender los pedidos locales con rapidez y su seller support hub para el sur de Europa.

Para tener una idea de qué hablamos: el impacto de los más de 125.000 metros cuadrados que, entre los diferentes almacenes logísticos, ha desplegado Amazon en Cataluña equivale a si Mercadona abriera de golpe 100 nuevos hipermercados o a cinco nuevos outlets como el polémico de Viladecans, que ha hecho correr ríos de tinta. ¿Qué dirían nuestros comerciantes si, de la noche a la mañana, El Corte Inglés abriera tres grandes almacenes como el que tiene en la plaza de Cataluña? Pues esto es lo que tiene previsto hacer Jeff Bezos con las operaciones que ha puesto en marcha en Cataluña.

Sin darnos cuenta y, además, con el apoyo entusiasta de la Generalitat y de los alcaldes de las localidades concernidas, Cataluña se está convirtiendo, como ningún otro lugar de la Unión Europea, en una colonia de Amazon. Si la instalación de un nuevo Carrefour, de un nuevo Mercadona, de un nuevo El Corte Inglés o de un nuevo Caprabo en cualquier ciudad catalana siempre está acompañada de conflictividad política y de complicadísimos trámites ante el ayuntamiento y la Generalitat, a Amazon -que ha llegado para exterminar al pequeño, al mediano y al gran comercio- se le recibe con los brazos abiertos. ¿Por qué?

Jeff Bezos no es un angelito. Las condiciones laborales en Amazon, según denuncian los sindicatos, son draconianas y la multinacional es experta en escaquear impuestos a través de estructuras jurídicas creadas en paraísos fiscales. Además, tiene previsto ir sustituyendo a los trabajadores de los enormes almacenes logísticos por robots, de forma que el cebo de la creación de empleo es pan para hoy y hambre para mañana. Su modelo de negocio atenta frontalmente contra el pequeño comercio de proximidad -el más vulnerable- que es quien mantiene la vida en las calles del centro de las grandes ciudades. Las librerías, que han ido cayendo como fichas de dominó, han sido las primeras grandes víctimas del efecto Amazon, pero su voracidad alcanza toda la gama de productos y es insaciable.

El movimiento independentista catalán arguye a menudo que somos una «colonia de Madrid» y éste es uno de los conceptos recurrentes para mantener encendida la llama del referéndum. Pero los secesionistas se equivocan de siglo. Ahora, el peligro y las secuelas de la «colonización» vienen de la mano de grandes multinacionales sin escrúpulos y cargadas de dinero para comprar lo que sea y a quien sea, como es el caso de Amazon.

Sería importante que, antes de que no sea demasiado tarde, el Parlamento catalán hiciera un debate sobre Amazon, ya que su «colonización» de Cataluña trastoca absolutamente los precarios equilibrios del sector comercial y es un peligro letal para los tradicionales botiguers… ¡pero esto no toca!

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